“El gran golpe” (2016) es el caso de una producción que, recuperando un cine de género específico “robo de bancos”, podría haber constituido un producto ejemplar y sólido, pero termina por desvanecerse y alargarse al apuntar demasiado alto en su débil proceso narrativo. Steven C. Miller es un prolífico realizador de películas de acción y de terror, que sabe a dónde ir cuando las pautas de trabajo le marcan el tempo preciso para avanzar en personajes y atmósferas particulares.
Ha trabajado con grandes actores de Hollywood y en esta oportunidad cuenta con un cast increíble que podría haber potenciado alguna de las ideas que dispara el material, pero que, en el camino, termina por generar confusión y dobles mensajes que no atrapan la atención del espectador.
La trama principal de “El gran golpe” descansa en el detrás del robo a un banco y cómo se comienza a vislumbrar un tejido de corrupción que salpica a una de las instituciones financieras más importantes. Bruce Willis encarna al gerente de este poderoso conglomerado, con todos los estereotipos habidos y por haber relacionados al poder, el liderazgo y la autoridad, un rol que le queda un tanto grande, ya que todo el tiempo estamos esperando poder verlo en acción más que dialogar.
Así, mientras la policía y el FBI descubren un plan más allá de los robos, el guion comienza a tejer lazos entre los personajes, y entre tantas hilvanadas y el ir y venir en la acción, la multiplicidad de frentes abiertos termina por generar un pastiche de varias producciones predecesoras.
Así y todo, cuando la película se detiene en las particularidades de los personajes, es cuando comienza a tener más vuelo, pero lamentablemente la profusión de escenas, y su excesiva duración (podemos decir a ciencia cierta que a la película le sobran al menos 30 minutos) van generando tedio y resintiendo la tensión necesaria para mantener atenta a la audiencia.
Si Miller hubiese preferido por quedarse con la trama policial más que la de corrupción que empaña todo, el resultado, tal vez, hubiese sido un producto mucho más organizado, internamente, porque justamente en la desorganización es en donde radica el principal problema de esta propuesta.
El elenco, encabezado por Willis, pero con actores de la talla de Christopher Meloni y Dave Bautista y Adrian Grenier, hacen lo que pueden con sus personajes, pero terminan por perderse en el abigarrado laberinto del guion.
Las películas de robo siempre deben respetar las reglas del género, y saber también que el público espera tiros, escenas de tensión y de persecuciones, pero cuando se intenta eludir las convenciones para construir otro discurso, y en este confluyen temas militares, de corrupción, de Estado, por mencionar sólo algunos, entonces nada tiene sentido y se pierde el verdadero espectáculo cinematográfico que se quería contar.