"Universo Anderson"
Con la impronta digna de alguien que está dispuesto a conquistar todo el mundo a su tiempo y medida, ofreciendo un producto original y minuciosamente cuidado, Wes Anderson vuelve a la carga de la mano de “El gran hotel Budapest”.
Hablar de Anderson para un amante del cine es una tarea más que difícil, ya que no existe otro director en la actualidad capaz de suscitar tanta devoción y admiración con sus nuevos proyectos. Cada vez que nos encontramos de cara al estreno de una de sus películas, el cine de Anderson nos arrastra como el mar hacia lo más profundo del océano sin nosotros ni siquiera poder oponer resistencia.
¿Por qué? Quizás la repetición de ciertos tópicos como ser los elencos corales que brindan grandes actuaciones, la siempre hermosa fotografía de su colaborador habitual Robert Yeoman, la cada vez más instalada y necesaria presencia del maravilloso compositor Alexandre Desplat y la dirección de arte con aire nostálgico que desprende el trabajo Adam Stockhausen sean algunos de los puntos claves.
A lo largo de los últimos años Anderson logró posicionar gracia a una serie de magníficos trabajos un estilo muy personal dentro de la industria. O quizás sea mejor decir que él impuso su propio estilo dentro del mundo del cine y ahora son cada vez más los cinéfilos que se encuentran completamente enamorados del mismo.
“El gran hotel Budapest” es una propuesta imperdible desde lo estético para todos aquellos que no están acostumbrados al tipo de cine que suele ofrecernos este realizador. Quizás también disfruten de cuotas de humor más elaboradas y actuaciones inesperadas por parte de grandes actores en pequeños y rebuscados personajes. Ahora bien, si el espectador que se dispone a disfrutar de “El gran hotel Budapest” ya sabe por dónde viene la mano, la propuesta se convierte en una muestra de arte en estado puro.
Con la comedia marcando el ritmo de esta historia de aventuras, Anderson nos invita a seguir los pasos de Zero (Tony Revolori), el botones de un prestigioso hotel europeo que está bajo el mando del peculiar conserje Gustave (Ralph Fiennes). Juntos deberán sortear una serie de inconvenientes que van desde estafas a huéspedes millonarias de la institución, amoríos entre empleados y por supuesto ciertas repercusiones de la desorganización de los últimos retazos de la segunda guerra mundial.
Junto a los armoniosos trabajos del debutante Revolori y del experimentado Fiennes, aparecen también los más que divertidos aportes de Jeff Goldblum, Willem Dafoe, Saoirse Ronan, Edward Norton y los infaltables Harvey Keitel y Bill Murray. Todos ellos (y muchos más que harían exageradamente extensa esta lista) arman el rompecabezas con el que Anderson mantiene a sus espectadores avezados atónitos frente a la magia que ocurre en la pantalla.
Fiel a su irrepetible estilo visual, el talento de Anderson nos regala otra aventura de antología que merece celebrarse dentro de una sala de cine como lo que verdaderamente es; una pequeña e inoxidable reliquia cinematográfica.