El maravilloso mundo de Wes Anderson
Wes Anderson quizás sea uno de los pocos directores estadounidenses que encapsulan un estilo casi totalmente europeo. Pero Anderson es diferente a cualquier cineasta contemporáneo: crea su propio mundo de fantasía; un universo en donde cada detalle está estéticamente controlado, y en donde sus personajes viven en su propio reino de nostalgia y melancolía.
Y en El Gran Hotel Budapest, Anderson vuelve a encarar la perfección de su idiosincrasia en la ficticia República de Zubrowka, donde impera una maravillosa pero frágil civilización que bien podría ser parte del Imperio Otomano o Soviético. Y es aquí donde se centra su historia, entre compartimentos de trenes, lujosos halls y lobbies, y el aire decadente de una sociedad acaudalada a punto de desmoronarse.
Éste es su octavo film, y relata –muy a lo Paul Auster- una historia dentro de una historia dentro una historia... la de un escritor que, ya entrado en años, recuerda cuando en su juventud se encontró con Zero Mustafá, el dueño de un lujoso hotel en el crepúsculo de su esplendor, que le cuenta sus comienzos como botones en el Gran Hotel Budapest, a cargo del excéntrico Gustave H. (Ralph Fiennes).
Monsieur Gustave es un conserje con extraños apetitos sexuales, que lo llevan a ser el pasatiempo preferido de las damas de la alta sociedad de por lo menos 70 años. Es activo y exigente, y un fanático empedernido de la poesía –uno de los episodios más recurrentes y cómicos de la película tiene que ver con Gustave leyendo un poema, y alguien interrumpiéndolo. Y Ralph Fiennes es, sin lugar a dudas, el actor indicado para envestir a Gustave de una comicidad y ridiculez imperante, y una brillantez que hacen que hasta los más acérrimos críticos de Anderson piensen dos veces antes de tirar la primera piedra.
Pero atrás de las peculiaridades de Anderson y su preciso toque estético, la historia trata sobre una sangrienta batalla por una riqueza familiar, y el robo de una invaluable pintura del Renacimiento, situación que ocurre en el medio de un continente a punto de ser noqueado por la guerra.
Wes Anderson tiene seguidores de culto, que se ganó desde Rushmore, y que siguió juntando con, Fantastic Mr. Fox, Moonlight Kingdom y la genialidad de The Darjeeling Limited. Y en esta película vuelve a reunir a sus colaboradores preferidos, como Bill Murray, Owen Wilson, Jason Schwartzman y Adrien Brody, además de incorporar a nuevas caras, como Fiennes, Saoirse Ronan, Léa Seydoux y Jude Law, sin mencionar a Tilda Swinton y Edward Norton, recientes adquisiciones del universo de Anderson desde Moonlight Kingdom.
Wes Anderson vuelve, entonces, a crear una nueva obra maestra del cine indie, aunque bien podría tener su propio género aparte; un género que lo convirtió hace tiempo en el preferido de legiones de fanáticos alrededor del mundo, que se multiplican con cada nueva idea del genial cineasta americano: "Tengo una manera particular de filmar y poner en escena y diseñar sets. Hubo épocas en las que pensé que debería cambiar mi método, pero, de hecho, esto es lo que me gusta hacer. Es como mi firma como director de cine. Y creo que en algún momento del camino tomé una decisión: voy a escribir con mi propia letra".