En su regreso al cine Wes Anderson nos introduce en la historia secreta que esconden las paredes de “El Gran Hotel Budapest”(USA, 2014), un sinfín de sorpresas y misterios. En las habitaciones y por años se han tejido cientos de historias misteriosas, y como en un primer momento aclara el escritor (Tom Wilkinson/Jude Law) “las historias llegan a los escritores”.
Así un narrador comenzará a hablarnos sobre el hotel y principalmente sobre las personalidades de los conserjes del hotel Gustave H (Ralph Fiennes) y su ayudante ó botones Zero (Toni Revolori/F. Murray Abraham) durante diferentes momentos de sus vidas.
El megalómano Gustave, un metrosexual del siglo pasado (aún cuando ni se utilizaba este tipo de mote para aquellos hombres que se cuidan extremadamente), mantiene amoríos con todas las huéspedes mayores de edad (y rubias) del hotel, y cuando una de ellas muere (Tilda Swinton) envuelta en dudas (en realidad no hay dudas, pero si una suculenta herencia en juego), se verá complicado por las elucubraciones que uno de sus hijos (Adrien Brody) despliegue sobre su figura.
El registro que utiliza Anderson en esta oportunidad (y contrastando con sus últimos filmes) es la comedia cercana al slapstick (muchas escenas se acercan a este tipo de registro) o el screwball comedy, géneros que hace años que no se producen industrialmente y que se erigen en esta oportunidad victoriosos frente a la complejidad de la trama y ayudan a que el director alcance un grado de majestuosidad en pantalla únicos.
De la actualidad a 1985, y de 1985 a 1932, iremos yendo y viniendo en el tiempo casi sin darnos cuenta para comprender la totalidad de la historia de Gustave y su “posesión” sobre el hotel.
Anderson complejizará la trama con la incorporación de temas como la lealtad, el esfuerzo y la amistad, siempre manejados con humor y enriqueciendo a los personajes con características especiales.
Así, Gustave será un enamoradizo declamador de poesías y consumidor de colonias exclusivas, Zero un joven un tanto tonto con un bigote falso y muchas granas de progresar y el resto de los personajes (entre los que se destacan las participaciones de Edward Norton, Saoirse Ronan, Owen Wilson, Jeff Goldblum y Willem Dafoe) también poseerán particularidades haciendo que la atención sobre la acción que transcurre en la pantalla nunca decaiga y nunca podamos dejar de mirar.
Cada escena tiene un punchline. Pero a Anderson no le alcanza con esto y cuando uno cree que la comicidad finalizó, redobla la apuesta y va más allá.
Sobre este punto también ayuda la escenografía, el vestuario, el colorido de las imágenes y la elección de la utilización de la animación. Todo va enriqueciendo la plasticidad y el dinamismo de la historia y va construyendo una pequeña obra maestra.
A lo largo de “El gran hotel Budapest” Gustave tendrá que comprobar su inocencia sobre la muerte de Madame Dute (Swinton) y gracias a la ayuda de Zero superará fugas, tiroteos, emboscadas y hasta desengaños y traiciones.
La polarización e hiperbolización entre los buenos y los malos (Dafoe compone a un matón de antología) hace que la empatía con la torpeza de los “benignos” sea inmediata, en un filme que no
da respiro ni motivos opuestos más que la virtud de generar un espectáculo cinematográfico impecable. Excelente.