El gran hotel Budapest

Crítica de Santiago García - Leer Cine

UN HOMBRE DE OTRA ÉPOCA

Pocos cineastas tienen una impronta tan personal como el cineasta norteamericano Wes Anderson, su cine es diferente a todos y se lo reconoce en cada plano, en cada escena, en cada personaje. El gran hotel Budapest es un perfecto ejemplo de todo lo que Anderson es y sabe hacer. Lejos de Hollywood pero también lejos de Europa, Anderson es irrepetible. Aquí el protagonista de la historia, pero no del relato, que como siempre tiene varias capas, es Gustave H. (Ralph Fiennes, brillante) el excéntrico conserje del legendario Hotel Budapest. Como suele ocurrir con los personajes creados por Anderson, Gustave es un organizador, un planificador, alguien que tiene como utopía el control del universo. También es un pícaro, a pesar de tener una enorme nobleza y lealtad con los suyos, es alguien que aprendió a sobrevivir. Su energía, como es habitual para el cineasta, es enorme, nunca se termina. En todo de comedia agridulce, pero con algunos momentos siniestros, la película desarrolla la historia de este personaje demodé, como muchas veces lo son los protagonistas del cine de Anderson. Más que nunca el cineasta se expone y manifiesta como un hombre fuera del mundo actual. Todo su cine siempre se ve de otra época, su extraordinaria paleta de colores, su maravilloso vestuario y su asombrosa dirección de arte, confluyen en una experiencia cinematográfica única. Pero Anderson es también un narrador apasionado. Las aventuras disparatadas y deslumbrantes parecen aquí sacadas de un folletín del siglo XIX. Con un enorme nivel de alegre locura, pero también con la certeza de los tiempos que se han ido, El gran hotel Budapest construye a pura belleza y originalidad, una historia atrapante. Un elenco que es más que un lujo sirve como muestrario de personajes raros y divertidos, que van de lo risueño a lo oscuro, que son un abanico de la condición humana mostrada de una manera única. En el descontrol y la sobre oferta de material audiovisual del mundo actual, Anderson brilla como un joya. Su cine es una fiesta para los espectadores, su mundo es un refugio frente a la mediocridad y el exitismo del mundo actual. Gustave H. es como Anderson, una persona perteneciente a otra época. Una época que había terminado incluso antes de que el naciera. Ver El gran hotel Budapest es una manera de mejorarse la vida como espectador y como persona. Anderson ha sabido entregar varias obras maestras como Rushmore, Los excéntricos Tenenbaums y El fantástico Sr. Fox, por mérito propio, El gran hotel Budapest ya podría incluirse en este selecto grupo.