"Envase chico, contenido para grandes"
El cine siempre se nutrió de las grandes historias protagonizadas por simpáticos y valientes pequeños. La última película de Alejandro Monteverde revive aquella vieja tradición y, pese a no regalarnos algo completamente original, cumple con creces su principal objetivo: Ofrecer una aventura entretenida y emotiva para disfrutar en familia.
La clave para entender y comprender todo lo bueno que presenta “Little Boy” se encuentra escondida precisamente en la última frase del primer párrafo, ya que cuando hablamos de “Entretenimiento para disfrutar con toda la familia” no hablamos precisamente de un producto exclusivo para niños, sino todo lo contrario. “El gran pequeño” es una propuesta que, al menos desde la perspectiva de quien les escribe, debería ser vista solo en compañía de un adulto (y también de varias carilinas).
Ese detalle y el hecho de que la historia se desarrolle en plena segunda guerra mundial (volviendo por momentos demasiada tensa y dramática la acción, sin importar la edad del espectador) son los únicos defectos que le encuentro a una producción que lejos de ocultar un doble sentido termina pagando muy caro el simple hecho de querer homenajear una forma de contar historias que el cine pareció desechar hace ya un tiempo.
Monteverde y el guionista Pepe Portillo se las ingeniaron para introducir en la trama una serie de elementos que nunca faltaron y siempre funcionaron en las viejas y divertidas películas familiares que solíamos ver de pequeños. Anoten y recuerden con nostalgia: Los idílicos pueblitos que parecen salidos de una propaganda navideña, un sinfín de personajes secundarios divertidos e interesantes, un pequeño protagonista que con tan solo dos sonrisas logra generar una empatía con el espectador, una pandilla de abusivos que le hacen la vida imposible, una relación de amistad impensada y un golpe bajo tan imprevisible como necesario para hacernos lagrimear al menos por unos segundos a través de emociones genuinas.
Todo eso lo podías ver en “Mi perro Skip” (aquella joyita protagonizada por un pequeño Frankie Muniz), “Liberen a Willy“, “Pequeños traviesos“, “Mi primer beso” y otras tantas producciones de este estilo que hasta hace unos años eran muy fáciles de encontrar en algún canal de aire un fin de semana. Claramente los responsables de “Little Boy” apuntaron a recuperar ese espíritu cinematográfico que atrapa en medidas iguales a grandes y chicos.
Jakob Salvati es por lejos el único actor que se roba la película de principio a fin. Después tenemos algunos momentos de Michael Rapaport, Tom Wilkinson y Cary-Hiroyuki Tagawa, quienes logran acompañar al joven protagonista de forma correcta con su trabajo. No podemos decir lo mismo de la talentosa Emily Watson y el comediante Kevin James, quienes aportan muy poco al espíritu emotivo y divertido que propone la película.
Si te divertían esas películas que mencioné previamente en esta crítica, sin lugar a dudas esta propuesta te va a dejar un muy buen sabor de boca, pese a que en algún momento te haga derramar un par de lagrimas. Por ese motivo repito algo que me parece importante: “Little Boy” no tiene reparos a la hora de ir al frente y golpear fuerte y preciso en ese punto donde indudablemente todos flaqueamos. Y cuando llegue ese momento, quizás los más pequeños atraviesen un momento algo incomodo.
De todas formas, creo que es importante destacar que en estos tiempos en donde las películas se esmeran por ser más ambiciosas y rebuscadas tanto en realización como guión, “El gran pequeño” demuestra que todavía somos de carne y hueso cuando nos emocionamos con ideales universales como la familia y la amistad. Sin necesidad de efectos digitales y grandes presupuestos.