En los últimos años el cine de propaganda religiosa en los Estados Unidos adquirió una gran notoriedad y películas que hasta hace un tiempo se estrenaban únicamente en ese país hoy logran conseguir distribución internacional.
Por lo general se tratan de filmes extremadamente manipuladores donde la espiritualidad brilla por su ausencia y el fin de la propuesta reside en brindarle al espectador un sermón moralista.
El gran pequeño es la última producción del empresario Mark Burnett, quien se hizo millonario lucrando con este tipo de proyectos.
Hace poco fue responsable de la miniserie Hijo de Dios con el Jesús blanco y rockero que presentaba todos los clichés burdos de las historias bíblicas.
Este film dirigido por el mexicano Alejandro Gómez Monteverde es una historia acerca de la fe que lamentablemente se vio afectada por un exceso de sentimentalismo artificial que desborda de la pantalla a lo largo de 106 minutos.
El concepto de la trama no estaba mal, pero al ser una producción de Burnett abundan esos momentos dramáticos que en lugar de emocionarte te hacen reír por las situaciones ridículas que presenta.
El joven protagonista es un niño que decide aferrarse a la fe con el objetivo de conseguir que su padre regrese a salvo de la guerra, a comienzos de la década de 1940.
Como no podía suceder de otra manera en un proyecto de Mark Burnett, los temas que se trabajan en la historia siempre transmiten el mensaje equivocado.
El gran pequeño no se conecta con la fe para que finalice la guerra, sino para que los Estados Unidos acaben con Japón de una vez por todas. Si en el medio tiran un par de bombas atómicas y mueren millones de personas no hay problema, ya que lo importante es que papá Joe regrese a casa.
En materia de conflictos bélicos parece que Dios sólo apoya al equipo del tío Sam.
La exploración del tema de la fe en el film es bastante torpe y por esa razón cuesta muchísimo tomarse en serio este relato.
Al margen de estas cuestiones, la narración del director Gómez Monteverde resulta irritante por la manera en que se manipula al espectador con el exceso de sentimentalismo y el abuso de una banda de sonido extremadamente melosa.
Durante el desarrollo del conflicto no hay ninguna situación en esta historia que resulte genuina y abundan las escenas que parecen salidas de una publicidad de Coca-Cola.
A lo largo del film el director aborda además otras temáticas como el racismo, la intolerancia y hasta el bullying con las que no logra construir nada interesante.
La película se vende como una propuesta familiar dirigida a los chicos pero me cuesta creer que algún niño pueda engancharse con esto, ya que la historia es aburrida y carece de un protagonista atractivo.
El gran pequeño es un personaje monótono que nunca vive ninguna aventura emocionante como para que los más chicos se enganchen con esta producción. El afiche local de este estreno te vende una película que después no la encontrás en el cine, ya que el trabajo del realizador mexicano se encaminó por el melodrama.
Dentro del reparto, figuras como Emily Watson, Tom Wilkinson y Cary Tagawa (Masacre en el barrio japonés), lograron remar con gran profesionalismo un sermón cinematográfico que no termina de convencer.