Es tendencia en estos tiempos que corren, presentar historias (hablando de cine familiar principalmente) de superación donde se ponga en juego el uso de los conceptos de energía a través de la ley de atracción (si no vieron "El secreto" quizás sea un momento para adentrarse en conceptos como la visualización) y algunos elementos de la psicología positiva tradicional (desarrollo de la autoestima como eje, diría yo).
Las historias sobre las que trabajan algunos cineastas van explorando estas ideas que la literatura de autoayuda va diseminando a lo largo del mundo, en un constante ascenso y con gran mercado a desarrollar.
"Little boy" nace de un deseo del ex actor de telenovelas mexicano Eduardo Verástegui, quien siempre quiso producir una película donde se mostrara el poder de la voluntad personal para lograr aquello que uno desea. Junto al guionista Pepe Portillo escribieron una historia en esa línea y convocaron para su realización a Alejandro Monteverde, un director local de quien siempre recordamos su interesante ópera prima "Bella" (allá por 2006).
Puestos a trabajar y luego de la ardua tarea de recaudar fondos independientes de México y USA para valor de más de 20 millones de dólares para llevarla adelante, convocaron un reparto llamativo, donde integraron un cast en cual encontraremos desde actores jóvenes en ascenso (David Henrie), hasta comediantes (Kevin James), prestigiosos íconos de la industria (Tom Wilkinson, Emily Watson y Michael Rapoport) junto a un niño con un futuro enorme, Jacob Salvati, intérprete que se roba la película de principio a fin.
La historia presenta una familia feliz, en los momentos posteriores al ataque japonés a Pearl Harbour. Pepper (Salvati) es hijo de Emma (Watson) y James (Rapaport) y hermano de London (Henrie) y viven en O'Hare, pueblo costero californiano donde la vida transcurre sin mayores sobresaltos.
Es cierto que Pepper no tiene amigos, tiene un problema de crecimiento y es más bajito que los chicos de su edad, pero con la ayuda de su padre, quien acompaña todas sus inquetudes, vive una vida plena, llena de historias lindas y momentos divertidos.
Pero Estados Unidos entra en la contienda del Pacífico y llama a sus ciudadanos a alistarse para combatir en el frente oriental. Como London tiene pie plano, el que será convocado es James y eso dará rumbo a la historia que Monteverde quiere contar: la de un hijo que quiere que su padre retorne a su lado, en un contexto absolutamente adverso.
El pequeño se deprime y llora, pero luego de la ida de su padre al ejército, comienza a buscar la manera para lograr que vuelva sano y salvo. Es ahí donde descubre a un mago en historietas que se especializa en telekinesis: mueve objetos a través de su fuerza mental. Luego de una experiencia donde comienza a sentir que él puede hacerlo también, recurrirá al reverendo Crispin (Wilkinson) buscando orientación y ayuda para seguir con su plan.
El religioso verá en él potencial y le dará una lista de cosas para desarrollar en él a fin de que se vuelva más amplio, generoso y conciente de los demás, elementos esenciales para intentar llevar a cabo la proeza de "atraer" de vuelta a su padre a su lado.
Este "empoderamiento" de Pepper se da a través de una serie de experiencias donde el niño transitará complejas situaciones (la cuestión del racismo y el bullying son las más logradas) y se hará el centro de la escena del pueblo, cuando intentará con sus brazos y su mente, proteger a su padre de una muerte altamente probable. Su relación con el único japonés que vive en el pueblo (Cary-Hiroyuki Tagawa) será motivo también para alterar la tranquila vida pueblerina en dicho paraje.
Desde el punto de vista narrativo, "Little boy" es amistosa y el carisma de Salvati nos conquista desde el primer fotograma. Hay en su composición tanta ternura que desborda la pantalla. Este chico lleva adelante la trama con soltura, incluso en los instantes en que el guión flaquea (sobre el final).
El derrotero de Pepper para mostrarnos que "la fe mueve montañas" es extenso desde lo emocional y no piensen que podrán salir de sala sin derramar alguna lágrima...
El cast dista mucho de tener unidad (eso hay que decirlo, por mucha voluntad que tengan algunos) y es cierto que cuesta encontrar figuras que se destaquen, porque todos están subordinados a ser secundarios de referencia en los cuales Salvati despliega su talento para absorbernos con su búsqueda, concitando el centro de todas las miradas de la audiencia a lo largo del film.
Emotiva (tal vez en exceso, con algunas escenas innecesarias a la hora de la resolución del conflicto principal), humana y pensada como un manual de autoayuda en formato fílmico, "Mi gran pequeño" ofrece entretenimiento familiar garantizado y abundante material para la reflexión sobre cómo materializar los deseos que nos atraviesan. Sólo con eso, ya vale la pena la viista a sala.
Para los más pequeños, hay un par de segmentos que pueden ser muy movilizantes así que tenerlos en cuenta (lleven carilinas, para ser más claros).