Hace más de una década, David Bangoura, un joven guineano que prefiere ser conocido por su nom de guerre rapero, Black Doh, quiso llegar a Europa viajando como polizón en un barco mercante. En vez de eso, los azares de un viaje rocambolesco lo depositaron en Rosario, provincia de Santa Fe. Obstinado en adaptarse y grabar su música, Black Doh consiguió el estatus de refugiado e hizo unos pocos buenos amigos.