Cerveza lavada
No muy conocido en el resto del mundo –excepto, tal vez, el hecho en sí mismo y algún que otro detalle–, el secuestro en 1983 del multimillonario Freddy Heineken, nieto del fundador de la cervecería homónima, forma parte de la cultura popular holandesa. Todo el mundo lo recuerda y lo cita, y hasta es común hacer algún chiste al respecto cuando se abre una lata o porrón de la lager más famosa producida en los Países Bajos. Incluso uno de los secuestradores, Willem Holeeder, luego de pasar varios años en prisión por ese y otros actos criminales, fue el autor de una columna fija en una publicación semanal, transformándose en una polémica figura mediática. ¿Cómo no hacer entonces una película basada en esos acontecimientos? ¿Y por qué no dos? La primera de ellas, producida en Holanda, con actores holandeses y en idioma neerlandés se llamó De Heineken ontvoering, fue dirigida por Maarten Treurniet y estrenada en el año 2011 con escasa circulación internacional (aunque pudo apreciarse por estos pagos en las señales de la cadena HBO hace algunos meses). La segunda es la que puede verse a partir de hoy en las salas argentinas, de producción eminentemente británica –con aportes holandeses y belgas–, actores en su mayoría ingleses y hablada en el idioma de Shakespeare.El gran secuestro de Mr. Heineken, dirigida por Daniel Alfredson (el director sueco encargado de las dos últimas entregas de la saga Millennium), toma como base el libro de investigación periodística de Peter R. de Vries y reconvierte los datos duros contenidos en sus páginas en un film que es mitad estudio psicológico de los personajes, mitad película de suspenso y acción. De hecho, la escena del robo al banco –que el quinteto de gangsters lleva a cabo para financiar el secuestro– y posterior persecución en auto y luego en bote por las calles y canales de Amsterdam es de dudosa raigambre histórica. y parece sacada de una película de James Bond. Más aún: todos los personajes hablan un inglés bastante british y el film destaca enfáticamente en las primeras escenas que es la maldita crisis económica la que empuja a los muchachos al crimen, por lo que algún desprevenido podría pensar que se trata de otra película inglesa de criminales con un dejo de crítica social al paso.Encerrado durante casi tres semanas en una celda aislada acústicamente, el señor Heineken fue liberado luego del pago de unos 35 millones de florines (más de 15 millones de euros), no sin antes sufrir algún que otro tipo de tortura psicológica a manos de Holeeder, hijo de un empleado de la cervecería durante décadas. Ese detalle no aparece reflejado en El gran secuestro de Mr. Heineken pero es central en el desarrollo de De Heineken ontvoering, un film bastante más complejo, oscuro, amargo e irónico que la nueva versión. Mucho más preocupado por la desintegración de la amistad entre los buenos muchachos holandeses que por la relación entre víctimas y victimarios, el film de Alfredson entrega sus dosis de moderado suspenso y se permite jugar a ser un producto de género sin demasiadas ambiciones y resultados ajustadamente correctos. Y si bien Anthony Hopkins no está nada mal en la piel del magnate cervecero, no deja de ser cierto que el Rutger Hauer de la versión holandesa destila fragilidad y cinismo en partes iguales. No hay nada que hacerle, como cualquier aficionado a la birra sabe: será la cebada, el lúpulo o el agua con la que se fermenta, pero la Heineken holandesa es mejor que cualquiera de las franquicias internacionales de la marca.