Un Hopkins encadenado y altanero
Relato de suspenso sobre el secuestro de Freddy Heineken -Anthony Hopkins-, el director de la famosa fábrica de cerveza, en manos de un grupo de inexpertos delincuentes en Amsterdam de los años ochenta.
"Se puede tener mucho dinero. Se pueden tener amigos. Pero las dos cosas juntas es imposible" asegura Freddy Heineken -papel a cargo del gran Anthony Hopkins- durante su cautiverio. Se trata de la remake belga del film que en el 2011 tuvo en ese papel a Rutger Hauer y que ahora comanda el realizador sueco Daniel Alfredson.
La película juega con el suspenso y muestra cómo un grupo de amigos con problemas financieros decide realizar el acto criminal más famoso del siglo, por el que se pagaron nada menos que 50 millones de dólares. Más allá de las escenas de intriga que genera este tipo de producciones, el fuerte reside en las personalidades de los captores, cinco chicos con campera de cuero a quienes se les niega un crédito y deciden hacer dinero por su cuenta: Jim Sturgess -Cloud Atlas-, Sam Worthington -Avatar-, Ryan Kwanten, Mark van Eeuwen y Thomas Cocquerel, con objetivos y metas distintas.
El juego de poderes que se establece dentro del quinteto -el padre de familia que quiere proteger a su mujer embarazada- y la inexperiencia que tienen en este tipo de actividades criminales es retratado por un director que privilegia las discusiones y las complicaciones que trae el caso antes que las escenas de acción.
El papel de Hopkins, encadenado y a la espera de ser liberado al igual que su chofer, es breve pero sirve para que el actor juegue con una personalidad altanera, alejada del miedo, y con la que enfrenta a sus captores porque les conoce su lado débil. El film también planta dudas sobre una pareja de policías que sigue de cerca los pasos de los antagonistas de turno, y del operativo que montan para esconder a la víctima y presentar una carta de pedido de rescate, otro de los detalles que alimenta la intriga de la trama.
La película muestra un caso policial que cobró notoriedad y el atractivo principal es trasladarlo a la pantalla con interés para el público, convirtiéndolo en un atrapante mecanismo en el que cada pieza o movimiento cobra una importancia fundamental. Los descuidos y los intereses personales se pagan caros.