Cuestión de timming. En la distribución de las películas hay que estar siempre atentos al contexto para poder así potenciar, elevar o hundir (si no se tiene una buena referencia) una propuesta.
"El gran secuestro de Mr. Heineken" (UK, Holanda, 2015), del realizador Daniel Alfredson (trilogía "Millenium"), llega a las salas luego de una espera interminable en la que, al no encontrar salas, potenció su salida ahora con los "secuestros" en cine y TV de moda por el clan Puccio.
Si no es por esto que finalmente esta historia basada en un caso real, y que ya tuvo una versión cinematográfica en 2011, llega a los cines, no encuentro otra razón, ya que Alfredson, a pesar de haber logrado el reconocimiento mundial con la adaptación de la saga de Stieg Larsson y contar con un elenco encabezado por Anthony Hopkins (en su retorno a la pantalla) termina consolidando un producto menor que pierde varias veces el timón a lo largo de la narración y se etandariza.
La historia de la película se enfoca en cómo un grupo de inexpertos, en medio de la crisis que durante los años ochenta golpeó a toda Europa, y en particular a Holanda, un plan tan siniestro como iluminador fue pergeñado para, posterior cobro del dinero del secuestro, cambiar el destino, negro por cierto, de los protagonistas.
Así el trío, liderado por Willem (Sam Worthington) y secundado por Jan (Ryan Kwanten) y Sonja (Jemima West) deberán lidiar con su propia ignorancia para lograr que el plan de secuestrar al acaudalado magnate de la cerveza llegue a buen puerto.
Y a pesar de lograr un acercamiento con el contexto de los hermanos Holleder (Worthington y West) y replicar la época con una estudiada y cuidada reconstrucción desde la producción, el filme va perdiendo fuerza a medida que el relato avanza.
Si en otras películas enfocadas en secuestros, la tensión va superando la estaticidad del relato, acá Alfredson intenta, con música estridente, una edición vertiginosa por momentos, y con la propia dinámica de los malhechores, lograr un estado que nunca termina por cuajar entre el elenco y la narración.
"El gran secuestro de Mr. Heineken" busca emular aquellos grandes filmes de suspenso inspirados en hechos reales, pero termina por quedarse en una mera enumeración cronológica sobre el caso que mantuvo en vilo a Holanda por los avatares de Heineken.
Lo que sí hace Alfredson, y acá el punto es a favor para él, pero, principalmente para Hopkins, es el de evitar generar empatía con el famoso personaje, algo que divide el acercamiento del espectador con el personaje del secuestrado, ubicando la mirada sobre el mismo con cierto escepticismo y hasta generar las ganas de mantenerlo, junto a los secuestradores, en la prisión construida para el fin en un viejo galpón. El filme prefiere la identificación con los captores más que con la víctima.
"El gran secuestro de Mr. Heineken" podría haber aprovechado mucho más la relación de Heineken con los victimarios, pero no, prefiere observar, de manera alejada, el desenlace de la historia enfatizando en cómo los vínculos de los secuestradores se comienzan a resentir con el correr de los días, y esto es lo que en síntesis termina por producir un producto básico, que habla de una cronología histórica y una fidelidad a los hechos que sólo resienten el despliegue narrativo del inicio y que no hace trascender a la película en ningún otro plano.