NI MUCHO SHOW NI MUY GRANDE
El gran showman es un musical basado muy libremente en la figura de P.T. Barnum, el legendario fundador del circo moderno y uno de los hombres de comercio más famosos del Siglo XIX. Por supuesto, esto es Hollywood y además es un musical -género artificial por excelencia-, por lo cual no es el verismo biográfico lo que a su director le importa.
El Barnum que retrata la película está bastante lejos de los puntos realmente oscuros que tuvo el personaje real para ser alguien que, proviniendo de la más profunda de las pobrezas, logró ascender a la fama y el dinero gracias a su ambición pero también a sus grandes ideas, y hasta a un sentido de la humanidad que lo hizo acercarse a personas físicamente deformes y que en el Siglo XIX sólo eran objeto de desprecio. Que el único rasgo de maldad que termina teniendo Barnum (interpretado por Hugh Jackman) en la película sea que, engolosinado con la fama y el deseo de pertenecer a las clases acomodadas, ignore momentáneamente a sus freaks de circo es parte de la forma en la que la película decide deformar la historia. El problema reside en que tal deformación da como resultado una película demasiado artificial, con actuaciones tan estereotipadas e impostadas que es imposible sentir empatía por cualquiera de sus personajes. Hay además algo demasiado esquemático y sobre explicativo en El gran showman, con sus personajes enunciando a cada rato qué es lo que les pasa y qué es lo que aprendieron a partir de su experiencia en el circo. Al mismo tiempo, hay en la película situaciones que se sienten demasiado forzadas. Así es como en ningún momento se ve que alguno de los freaks le reproche a Barnum que les haya dado la espalda, sino que lo ponderan como un héroe de un segundo al otro ni bien este muestra un atisbo de arrepentimiento por sus errores para con ellos.
Es verdad que esta sí es la primera película en la que vemos a Hugh Jackman bailar (en films anteriores como Los miserables o Happy Feet lo oímos cantar) y si bien despliega esta destreza con la gracia propia de un bailarín entrenado, nunca vemos al gran showman que el título promete (de hecho, uno tiene la sensación de que, tal vez por impericia del director, Zac Efron baila mejor que él). Esto puede tener que ver con un director que abusa de los cortes en los números musicales, de modo tal que Jackman rara vez es tomado en un plano general que nos permita apreciar sus aptitudes. De todos modos, quien más desaprovechada está es Michelle Williams, actriz enorme puesta en un papel demasiado secundario y cuya capacidad interpretativa en ningún momento se pone de relieve. Esto es lógico cuando un director dirige a una actriz de modo tal que la reduce a dos o tres morisquetas. Todo un signo, si se quiere, ya que se trata de una película que a duras penas llega a tener unas pocas ideas que valgan la pena.