No se puede hacer más lento
El documental El gran simulador (2013) se centra en la figura de Héctor René Lavandera, o René Lavand. ¿Quién es René Lavand? Muchos le reconocerán como el malo de Un oso rojo (2002), pero el hombre lleva una exitosa carrera de más de 50 años como ilusionista, haciendo tours alrededor del mundo, acogiendo discípulos y viviendo de su arte. Perdió la mano derecha de pequeño, pero a pesar de eso – o quizás gracias a ello – se convirtió en un aclamado prestidigitador.
Lavand y su mujer reciben al documentalista Néstor Frenkel en su cabaña de Tandil, donde el ilusionista reside de pequeño y todo el mundo parece conocerle. Vemos material de archivo del ilusionista, haciendo apariciones televisivas a lo largo de los años y poniendo en escena sus trucos de magia. Orgulloso autodidacta, Lavand desarrolló su propio estilo, ya que por aquel entonces ningún manual enseñaba prestidigitación a zurdos o mancos. En definitiva, “No tenía nadie a quien copiar”.
Lavand se muestra canchero, de pie ante la mesa, con una mano siempre metida en el bolsillo y la otra mezclando y cortando el mazo de cartas. Acompaña sus trucos con narraciones, con poesía, con payadas que acompañan el artificio con el objeto doble de cautivar al espectador y de elevar el truco a un estrato artístico. Cada tanto dirá, insistente, “no se puede hacer más lento”. Lleva la naturaleza del artificio al límite, dando al espectador la oportunidad – o al menos la ilusión de oportunidad – de poder entrever los gajes del oficio.
El atractivo del arte de Lavand es con cuan poco logra engañar al espectador. El carismático histrionismo de su voz, su pose canchera, las narrativas con las que adorna y enhebra sus trucos tan apasionadamente son herramientas más útiles y menos obvias que luces y colores. Conocedor de la magia del cine, la otra muletilla de Lavand es “la cámara implacable no me deja mentir” – si bien, en algún momento de la película, veremos cómo la cámara le devuelve su mano derecha durante un truco de magia.
El gran simulador es una excelente oportunidad para rescatar el arte de René Lavand, una película divertida sobre un hombre divertido que contagia inmediata y efectivamente la pasión y el amor que siente por un arte al que le debe la vida.