El gran simulador relata, en forma de documental, la vida de René Lavand. Para quienes no conozcan esta figura (podríamos suponer una gran parte del público joven del BAFICI), se trata de una eminencia en el ilusionismo nacional. Frenkel extrae de los testimonios del ilusionista (nunca le digan "mago") pensamientos, recuerdos, miedos y ocurrencias de la vida cotidiana para formar una suerte de memoria fílmica de una vida marcada por el engaño y el mito. Engaño por, naturalmente, su trabajo; mito, por la construcción que se tejió alrededor de su figura (de la que sobresale no tener mano derecha y las sospechas sobre qué le ocurrió).
Hay algo universal en el film de Frenkel. Algo que -en su tono, composición, presentación- lo acerca a toda clase de público. La sala llena de jóvenes disfrutaba cada una de las ocurrentes intervenciones de Lavand, posiblemente sorprendidos ante una presencia encantadora e irresistible. Sin embargo, se puede suponer que El gran simulador será disfrutada por aquellos que compartieron la misma época que el ilusionista (evidencia número 1: mi abuela)...