En un momento donde no abundan las propuestas infantiles en la cartelera, El Grinch ofrece un buen pasatiempo para los más chicos (especialmente a los espectadores de entre tres y ocho años) aunque se trate de la adaptación más floja del personaje.
En defensa del estudio Illumination es justo destacar que el desafío que tenían con este proyecto no era sencillo. El cuento de Dr. Seuss es un clásico emblemático de la temática navideña y ya contaba con dos antecedentes muy populares.
El especial de animación de Chuck Jones se convirtió en un clásico del género y desde su estreno en 1966 nunca dejó emitirse en la televisión norteamericana. A esto se suma la adaptación live action que hizo Ron Howard con un excelente Jim Carrey en el rol principal.
Por consiguiente, salvo que el Grinch se trabaje desde una perspectiva diferente la idea de una nueva remake estaba condenada al olvido debido a los filmes previos que fueron muy sólidos.
El hecho que el clásico socio de Kevin Smith, Scott Mosier (productor de todos los filmes del cineasta) fuera responsable de la dirección podía prometer una alternativa distinta por el lado del humor.
Sin embargo, junto al realizador Yarrow Cheney (La vida secreta de tus mascotas) Mosier ofrece el típico film genérico de Illumination que se hace con el objetivo de promocionar productos en las góndolas de supermercados, más que con la intención de narrar una buena historia.
La película tiene un buen comienzo con la presentación del protagonista y la aldea de Whoville, que es justo reconocerlo, se ve espectacular con todas las decoraciones navideñas.
En el segundo acto la película cae en un bache narrativo con varios momentos de relleno que no presentan mucha inspiración en el humor y genera que la trama se vuelva aburrida.
No obstante, los directores consiguen salir de ese problema en el tramo final cuando la historia se vuelve más emotiva y el Grinch logra destacarse un poco más.
El problema con esta versión es que el personaje no es tan malo como se lo retrataba en el relato de Dr Seuss. Simplemente es un tipo que no disfruta de la Navidad y prefiere no participar de las celebraciones del pueblo.
Al atenuar esa característica de su personalidad el protagonista perdió su principal atractivo y por ese motivo la interpretación de Benedict Cumberbatch no deja una gran impresión.
Si a esto le sumamos una horrenda banda de sonido donde arruinaron el clásico tema del Grinch con una desapasionada versión Hip Hop, no hay grandes méritos para destacarle al film.
Como propuesta de animación cumple al entretener a los más chicos, lo que no es poco, pero dentro del género es una remake que quedará en el olvido.