El Grinch

Crítica de Melody San Luis - Fancinema

NI ADORNOS, NI REGALOS: “QUIERO TIEMPO, PERO TIEMPO NO APURADO”

Se acercan las Fiestas y llegan propuestas acordes al “espíritu” navideño: aunque la ocasión es meramente comercial, la nueva aparición de El Grinch está muy bien. Esquiva la inevitable sombra de su predecesora para dar un film mucho más colorido y con características de las familias actuales.

Ya varios son los contenidos que se han realizado sobre este gruñón de aspecto verde, que odia la Navidad y a los Quién (pobladores del lugar), pero, sin dudas, el más presente hasta ahora fue el interpretado por Jim Carrey en 2000. Los encuentros entre esta y la nueva película de animación son varios porque ambos están basados en el mismo cuento y retoman partes textuales. El Grinch renovado ya no parece tan feo, y es que tampoco es un ser monstruoso. Mientras que al anterior ya le era innata su diferencia con los demás y la sociedad, lo único que hizo fue resaltar eso y aislarlo. Para esta nueva producción, la exclusión se debe a su niñez en el orfanato y a una sociedad que le fue indiferente.

El Grinch de 2018 es parte de la cultura de la imagen, usa gel de brillo intenso para mantener su color, se cepilla y seca el pelo. Su figura es una construcción. Se crea un personaje siniestro para poder sobrevivir ante la soledad. Aunque aparenta ser espantoso, no lo es en lo más mínimo y nadie en el pueblo cree eso. Este Grinch es atractivo por su excentricidad, toma un café rutinario por las mañanas, come en una mesa gigante, toca el piano y juega al ajedrez. El perro, su amigo y mascota, es el toque que le otorga una impronta a esta nueva versión. Antes no había tenido tanto protagonismo su coequiper perruno. Ahora aparece con una gran impronta. Viene a ser como una mano derecha, trabaja para él pero tiene la autoridad de un amigo confiable para replicar sus dichos. En este sentido, son notables las referencias a la sociedad actual sobre la humanización de los perros. Entre ellos hay buenos chistes y sobre todo saben transmitir el valor de una buena amistad.

Aún aislados, la fecha célebre les llega sin poder evitarlo. El hecho de robar la Navidad representa para ellos la idea de sacar todos los objetos para así desaparecer el encuentro. La crítica al consumismo de la Navidad es clara y sigue estando, pero en este caso trae aparejadas nuevas formas. Ya no se trata sólo de marcar cómo la Navidad ronda sobre los objetos materiales. Ahora aparece también la niña, quien reclama tiempo para que su madre logre descansar. Hay un buen trabajo en el contraste entre lo que quiere mostrar la madre (una persona que todo lo puede, una supermamá) y lo que perciben sus hijos, en especial la más grande (una mujer cansada, que no da abasto con las tareas). En paralelo con el dúo que quiere arruinar de la Navidad, aparece la ilusión de los niños con respecto a esta fecha. En este caso, se forma una banda de chicos y chicas que intentan atrapar a Papá Noel. Sus conversaciones son acertadas y simpáticas, con frases al estilo: “No puedo decirte el porqué, yo no te cuestioné a vos cuando me necesitabas”.

Sin dudas esta nueva versión de El Grinch es mucho más colorida y tiene un enfoque muy distinto que aquella con Jim Carrrey. La dinámica y el movimiento son algunas de las características que representan al film. No hay vacíos, el ritmo es constante. La música realiza un gran aporte a esto, es variada y oportuna.