El Torrente de Irlanda
Corrupción policial; narcos que filosofan sobre los avatares de la vida y se trenzan en discusiones sobre los aportes de filósofos como Bertrand Russell a la cultura en el medio de una trama de policial, con un dúo de uniformados que se las trae son las principales marcas distintivas de esta ópera prima del director John Michael McDonagh (guionista del film Ned Kelly) y protagonizada por Brendan Gleeson, Don Cheadle, Liam Cunningham, David Wilmot, Rory Keenan y Mark Strong entre otros.
El guardia es un relato que procura evadir los caminos conocidos de toda película centrada en lo que podría denominarse comedia policial convencional como lo fuera por ejemplo la mediocre Showtime, haciendo hincapié en un guión rico en diálogos y en una galería de personajes atractivos. Entre ellos, el antihéroe Gerry Boyle en la piel de Brendan Gleeson que puede definirse como el Torrente creado por Santiago Segura pero en el contexto de Irlanda: racista, amante de las prostitutas y consumidor esporádico de drogas, que, a diferencia del español, guarda una relación afectiva con su madre (Fionnula Flanagan) internada en un asilo con una enfermedad terminal.
Boyle es un hombre duro y de pocas pulgas que conoce al dedillo su entorno salpicado de corrupción pero que se rige por un código moral propio que lo distancia considerablemente de un Sérpico a secas. Chocará de buenas a primaras cuando tome contacto con el agente del FBI Wendell Everett (Don Cheadle), quien sigue la pista de unos traficantes de drogas que esperan un cargamento de cocaína cuyo monto asciende a medio billón de dólares.
Así las cosas, desde el estructuralismo del norteamericano que llega a tierras extrañas donde no se habla inglés al comportamiento anti institucional de su colega irlandés la trama va tomando color cuando una serie de eventos desafortunados y pistas conduzcan hacia los traficantes que intentarán a toda costa comprar el silencio de Gerry con sobornos o extorsiones que lo obligarán a tomar el caso con su particular estilo.
Más allá de los aciertos en la elección de los secundarios y más precisamente en el grupo de traficantes integrado por Liam Cunningham como la voz líder, David Wilmot como el psicópata que hace siempre el trabajo sucio y Mark Strong en otro gran papel como el reflexivo, los laureles se los lleva el dúo de policías que hacen del contraste de personalidades y los opuestos la mayor virtud de un film que oscila entre el humor ácido y la estética de Quentin Tarantino pero sólo como referencia cinematográfica obligada.