La vieja guardia
Uno de esos rostros que uno reconoce pero no puede identificar es el de Brendan Glesson.
Acaso si uno se pregunta porque es esto se podría nombrar Corazón Valiente, 28 Días Después, Escondidos en Brujas o Pandillas de Nueva York (entre muchísimas otras). Es que este irlandés es de esos actores secundarios que cuando entra en pantalla se hace difícil quitarle la vista. Voluminoso en su tamaño y en su espesor cinematográfico algún día le iba a llegar un papel para descoserla.
Ahí llega El Guardia para equilibrar las cosas.
Esta opera prima de John Michael McDonagh que trata la historia de un policía de un pequeño pueblo de Irlanda es una oportunidad para disfrutar de este gran actor. Al policía encarnado por Glesson le cae en manos un caso de trafico de drogas, a priori nada fuera de lo normal, el tema es que es un contrabando millonario, entonces el FBI que anda siguiendo este rastro caerá en un pueblo irlandés de una aspereza hacia los extranjeros poca veces vista.
La historia podría ser un policial frenético, una historia oscura, una de "tiros". Pero cuando el condimento principal es un nivel de acidez corrosivo a puro humor negro la historia cambia bastante. Es que Glesson en su rol de policía es bestial, de una incorrección política poca veces vista. Lejos del papel secundario a los que nos tiene acostumbrado en esta se prueba el protagónico, y le calza perfecto. Este personaje que consume drogas, se acuesta con prostitutas y se ríe hasta de los muertos va tener como contrapartida a un policía del FBI (Don Cheadle) que es puro civismo y cortesía. Este contraste es lo que impulsa el film, entonces cuando la catarata de acidez despunte, el agente negro del FBI será casi siempre el destinatario.
El guardia irlandés hosco parece un imbécil. Un tipo que se siente de vuelta y que a su vez es una caja de sorpresas. De imbécil ni un poco. Los excesos están como prioridad en su lista, una especie de Dr. House más duro, un Torrente menos grotesco. Es que lo escatológico no es lo suyo, su físico puede asimilarse al de Santiago Segura pero es sereno en su locuacidad, no da puntada sin hilo.
Un film que no superaría la medianía si no fuera por la oscuridad de ese humor, y de su vehículo perfecto, el gran Brendan.