ETERNO RETORNO
“Acá uno está varado, como si el tiempo se congelara. Se sabe cuándo se llega pero no cuándo se parte”. La sentencia de Alicia no es para nada aleatoria y mucho menos debe tomarse a la ligera, pues en ese pueblo de Entre Ríos el tiempo parece estático, al igual que sus habitantes, y las acciones son rutinarias y lentas.
Estas características las percibe casi al instante Lorena (Sofía Gala Castiglione), quien debe pasar la noche allí tras averiar su auto porhaber atropellado, de forma accidental, a un perro en la ruta mientras se dirigía al trabajo.
Si se consideran estos rasgos parecería que el director Sergio Mazza (Graba, Natal) refleja en su nueva película El gurí la concepción de sociedades frías y calientes desarrollada por el antropólogo Claude Lévi-Strauss: mientras que éstas últimas están insertas en la historia, en un tiempo lineal y tienden hacia el progreso, las sociedades frías están inmersas en un tiempo cíclico, apartadas de la historia y se resisten a modificar sus estructuras.
Un ejemplo bien marcado es Alicia (Susana Hornos), quien abandona en su juventud el sueño de viajar a Europa para quedarse con Julio (Daniel Aráoz). Ahora, ambos atienden una veterinaria y no pueden superar la muerte de sus hijos.
En simultáneo, Mazza propone otra mirada del tiempo: la de Gonzalo (Maximiliano García), un chico de unos diez años, a quien le resulta inadvertido ese ambiente monótono, debido a las responsabilidades que debe cumplir: cuidar a su hermanita de pocos meses y a su bisabuela materna tras el abandono de su madre Camila (Belén Blanco).
A pesar de que ambas concepciones temporales conviven durante gran parte de la película, por momentos dicho entrecruzamiento entorpece el desarrollo de la misma y convierte esa simultaneidad en exceso.
Por otra parte, se evidencian ciertos desajustes en la construcción de los personajes. Si bien uno de los temas centrales del film es la orfandad y cómo el mayor de los chicos carga con responsabilidades que otros niños no tienen, Gonzalo pareciera mucho más adulto que cualquiera de éstos que lo rodean. Ningún familiar o conocido quiere adoptarlos; más bien, algunos se limitan a darles comida, llevarlos en auto pero jamás pasan una noche en su casa o lo ayudan con su hermanita o bisabuela.
Dichos comportamientos de los adultos, que podrían indicar cierta consideración de responsabilidad en Gonzalo, se contradicen con la tardanza de Julio en confirmarle que Camila no volverá y mucho menos, con la forma en la que Gonzalo conoce la verdadera razón. Aún así, el chico acepta esas realidades con gran madurez y esas escenas lo retratan como tal: sin oposición, en soledad, sin revelar sus dudas y en una caminata sin rumbo.
Más allá de la delicadeza de los temas y de la doble mirada del tiempo, acertada en algunas ocasiones, El gurí pierde frescura en su intento por querer abarcar demasiados elementos otorgándoles un tratamiento detallado. Entonces, lo que pareciera ser una descripción exhaustiva se torna en un exceso que impide rescatar tanto esa multiplicidad de rasgos como su aprehensión. Por el contrario, se manifiesta como aquellas sociedades frías que, en su afán de mantener una serie de rasgos distintivos, se alejan de la historia y del tiempo, envolviéndose en un círculo condenado a repetirse.
Por Brenda Caletti
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