Luego del éxito de «The Father» (2020), el dramaturgo Florian Zeller continúa con su trilogía sobre roles familiares en situaciones de stress emocional y problemas de salud mental. En esta oportunidad, tenemos una precuela de la anterior (protagonizada por el extraordinario Anthony Hopkins, trabajo que le valió ser premiado por la Academia a los 83 años, nada menos) en la cual la atención estará puesta en Hugh Jackman y Zen McGrath, los puntos altos de este intenso drama.
La historia nos presenta a Jackman (Peter), empresario exitoso, divorciado y en pareja con una bella y joven mujer, Beth (Vanessa Kirby) y con un recién llegado bebé a su vida. Todo va bien hasta que se presenta su ex exposa, Kate (Laura Dern), quien lo busca para pedirle ayuda, porque el hijo que tienen en común, Nicholas (McGrath), no está yendo a la escuela y posee actitudes que implican que algo no anda bien.
Peter accede a hablar con el adolescente y no le gusta lo que ve. Para peor, él pide ir a vivir con su papá y esa demanda de cuidado generará un grave conflicto con su familia actual. Nicholas, tiene problemas. Y que su papá empiece a ver lo que sucede, disparará mucha culpa y emociones encontradas en Peter.
Por momentos su hijo parece conectar con lo que sucede y con el amor que siente por su padre, en otros, no y el clima se va enrareciendo peligrosamente, sin solución a la vista. Peter intenta equilibrar muchas cosas y reveer su pasado, para rescatar a este chico de su complejo brote pero los resultados que logra, a veces son auspiciosos, a veces no. La presión vía Beth también se incrementa hasta límites insospechados dentro de la forzada convivencia.
Para variar, conoceremos al papá de Peter, el viejo Anthony (Hopkins) quien mostrará su cinismo con desparpajo al recibir a su hijo y listar prolijamente los problemas que se desprenden de la actitud de su hijo.
«The son» es un drama fuerte, crudo, pero previsible. No verán aqui demasiada sorpresa en el sendero que toma la historia, pero si podrán ver un clima gélido, inquietante, pero muy teatral. No es que sea un valor negativo, pero sí el encuadre cinematográfico no luce, a pesar de la destacable labor de los intérpretes. Se entiende que quiere mostrar Zeller, y la calidad de los actores y actrices que tiene a su disposición, pero el relato no es empático ni conmueve al espectador como «El Padre».
Quizás esto sea porque a pesar del noble esfuerzo de Jackman, la estructura de su personaje nunca termina de transmitir esa desesperación incontrolada que la situación podría presentar. Coquetea con ella, pero su contraparte (el hijo) tiene un rol lleno de claroscuros, que no se afirma con el paso de los minutos. Las mujeres del elenco hacen su aporte pero las luces se centran en el protagonista y su vástago adolescente, con lo cual la posibilidad de enriquecer ese vínculo desde lo dramático, son menores.
Creo que esta es una película aceptable, bien actuada y quizás, con un guión más discutible y más alejada del lenguaje teatral, podría acercarse más al trabajo anterior de este director.