Secretos de familia
El hijo de Jean (Le fils de Jean, 2016) es una película fascinante, no porque trate de universos fantásticos sino porque su sólida narración sumada al misterio en torno a la identidad del padre desconocido de Mathieu (Pierre Deladonchamps), el protagonista, suma interrogantes hasta el revelador final.
No estamos frente a una historia original, ni tampoco ante un policial esquemático aunque estemos frente a un difunto que abre una serie de dudas alrededor de él. Se trata del padre de Mathieu, a quien su madre fallecida hace ocho años, le aseguró parte de una relación de una sola noche. A sus 33 años el protagonista recibe un llamado telefónico: su padre biológico murió pero le dejó un obsequio para él. ¿Qué es? No se sabe y puede esperar a que le envíen la encomienda a París o ir por ella a Canadá. La curiosidad lo lleva a tomarse el primer avión. Son los cinco primeros minutos de película.
El verdadero motor de la historia es la forma del relato, lo que demuestra que una historia bien narrada se puede volver interesante minuto a minuto sin importar el tema. Cada vez que Mathieu se acerca a una pista sobre la identidad de su padre la resolución queda trunca y se abren otros interrogantes más acerca del mismo. La curiosidad lo invade a él y al espectador que quiere con el personaje, hurgar en la familia ajena como una especie de detective anónimo. El paquete lo lleva a conocer al socio de su padre, Pierre (Gabriel Arcand), un hombre amable pero parco en cuanto a la información brindada, quien se convierte en su compañero de ruta. Este lo lleva encontrarse con sus medios hermanos que están buscando el cuerpo –desaparecido en un lago- de su padre muerto. Van veinte minutos de película.
Hasta aquí está permitido contar y por eso nos detenemos. Igual alcanza para dar cuenta del ritmo y modo en que avanza la narración sin respiro de la película. No es necesario utilizar estructuras genéricas para atrapar al espectador, simplemente contraponerlo a un dilema básico-existencial como lo es la búsqueda de la identidad a través de la figura paterna, con una importancia por los objetos que conforman la historia y los vínculos entre personajes asombrosa.
Hacia el último acto uno puede deducir, acostumbrado a las pistas falsas, algún desenlace. Sin embargo es el misterio articulado con gestos precisos y pequeñas pero emotivas dosis de humor, aquello que destacan a El hijo de Jean de todas las demás películas sobre vínculos entre padre e hijo. No es el tema, es el modo de narrarlo el factor determinante para convertir en una gran película a esta historia.