El hijo de Jean es una pequeña gran película de vínculos familiares con dos actuaciones protagónicas destacables.
Una llamada telefónica desde Canadá cambia por completo la vida de Mathieu. Él vive en París, trabaja en una empresa de comida para mascotas, está separado y tiene un hijo. Alguien le comunica que su padre biológico -al que nunca conoció-, ha muerto. Necesitan enviarle un cuadro que le dejó como herencia. Enterado de que tiene dos hermanos decide cruzar el océano para ensamblar las piezas del rompecabezas que da forma a su progenitor. Según lo que le contó su madre ya fallecida, Mathieu fue fruto de una relación de una noche.
La nueva película del director Philippe Lioret es una suerte de thriller familiar con condimentos del polar francés: misterios varios, la herencia de un cuadro muy valioso, un cuerpo que desaparece en un lago, pistas para desentrañar una relación, identidades no reveladas, acción pausada y personajes lacónicos.
El hijo de Jean es una película pequeña, con tensiones, frustraciones, reconstrucción de un árbol genealógico y una porción de melodrama que se agiganta con las actuaciones de Pierre Deladonchamps (revelación de El desconocido del lago) y Gabriel Arcand. La química entre ambos es formidable y los cruces de miradas acrecientan un vínculo que se establece en pos de una verdad.
La película se centra en una tendencia del cine francés de historias sencillas y humanas, en la que realizador y coguionista, Natalie Carter, van desarrollando la trama como capas de cebolla. En un film impregnado por un aire de languidez que va lentamente, y sin ningún recurso de efectismo, atando cabos y develando secretos.
El hijo de Jean es una obra en la que aparentemente sucede poco, pero que cuando se encienden las luces de la sala se tiene la sensación de que lo que continúa en la vida de los personajes es más poderoso que lo que se ha visto. Y eso no es poco mérito en tiempos en los que el espectador se acostumbró a que las historias se cierren con un moño. Y en este caso, aunque el paquete parezca de formato pequeño, estamos en presencia de una gran obra.