El horror del nazismo con mirada diferente
Siempre es difícil ver una película sobre los campos de concentración nazis, pero el tema seguirá siendo un drama insoslayable. En esta ocasión es un director húngaro debuante, Laszlo Nemes, ganador en Cannes y nominado al Oscar a la mejor película extranjera por esta opera prima que tiene mucho para ofrecer, incluyendo por supuesto todo tipo de cosas terribles.
Saul trabaja en un campo de concentración limpiando las pilas de cadáveres del lugar, así como las pertenencias personales de las víctimas. Un día cree ver entre los montones de cuerpos el cadáver del que asegura es su hijo, y por algún motivo, quizá para redimir su participación entre tanta matanza, pide la asistencia de un rabino para darle a su hijo un funeral adecuado. Algo que no tiene sentido en medio de ese infierno.
La película está filmada de un modo muy original que no sólo ayuda a mantener el suspenso, sino que también implica una intención de sugerir los horrores del nazismo, que se describen antes que mostrarlos directamente de un modo más gráfico que sería insoportable (y no es que este film sea precisamente light). La estrategia del director es la de que la cámara siga a Saul, y casi no se separa del protagonista durante todo el metraje. Esto permite que el horror esté permanentemente alrededor del personaje central, rodeado de los aullidos que salen de las cámaras de gas y todos los elementos conocidos de la pesadilla que implicaba un campo de exterminio.
Esta estrategia es interesante en lo formal, aunque por momentos estiliza demasiado lo que se está contando, y consigue que la narración no tenga siempre la misma fluidez. Con todo, es una excelente película que agrega algo distinto a un tema tan difícil como importante.