Una obra maestra con aire hitchcockiano
Luego de protagonizar la ambiciosa Petróleo Sangriento (There Will Be Blooden) en 2007, el británico Daniel Day-Lewis vuelve a ser la cara de otro drama de época dirigido por Paul Thomas Anderson. La historia, ambientada en Londres durante la primera mitad del siglo XX, presenta a un prestigioso modista de alta costura cuya metódica vida se ve transformada por la irrupción de una joven dispuesta a hacer valer su lugar.
Inspirado en el diseñador de moda español Cristóbal Balenciaga, el personaje de Reynolds Woodcock (Daniel Day-Lewis) detenta un carácter rígido, estricto y sumamente detallista. Un tipo de personalidad que fácilmente podríamos catalogar como histérica y que toma mayor relevancia si consideramos el apego emocional que el protagonista siente por su madre fallecida hace bastante tiempo. Woodcock convive en una gran mansión victoriana con su hermana y colega Cyril (Lesley Manville), una mujer solitaria que lo consiente en todos sus caprichos. Juntos han logrado llevar la marca Woodcock a un sitio destacado de la alta costura inglesa, convirtiéndose en una de las preferidas de la aristocracia imperante. Durante un viaje por el interior de Reino Unido, el diseñador conoce a Alma (Vicky Krieps), una bella y joven camarera a quien Reynolds no duda en seducir. La muchacha, poseedora de unas medidas corporales perfectas según el criterio del modisto, rápidamente comienza a tomar el rol de musa inspiradora. Sin embargo, el retorcido vínculo amoroso que ambos comparten lleva a Alma a límites insospechados con el fin de poder lograr una conexión real con este hombre que se oculta bajo una coraza.
El director de Magnolia (1999) narra con sutileza el crecimiento de una enfermiza historia de (des)amor en donde abunda el desprecio y la intolerancia. Como en toda unión humana, la relación de poder existe y aquí está planteada de forma asimétrica desde un comienzo. El diseñador busca objetivar a Alma, convertirla en un accesorio más de su ordenada vida para así poder entregarse por completo a su verdadero amor: la creación. Pero Alma se niega a convertirse en un maniquí y por ello intenta buscar un portal hacía Reynolds, una cavidad dentro de ese modelo de fortaleza y perfección que le permita cambiar el juego de roles y pasar a ser ella quien tenga el dominio de la situación.
Con una exquisita música clásica compuesta por Jonny Greenwood, habitual colaborador de Anderson que se ha encargado de la banda sonora de otros filmes del director como There Will Be Blood, The Master e Inherent Vice, de a ratos pareciera que estuviéramos ante una película de la edad dorada de Hollywood. De hecho, la principal inspiración de esta historia ha sido nada menos que la gran Rebecca (1940) de Alfred Hitchcock. Esta referencia se expresa con claridad en el personaje de la hermana Cyril, una refinada señora que cela a Reynolds y que en algún punto representa el reemplazo de esa figura femenina de poder que significaba la madre de ambos. Cyril es un arquetipo de Mrs. Danvers, la ama de llaves de la destacada cinta de Hitchcock que se encarga de mantener viva la sombra de la difunta Rebecca. El fantasma de la madre de Reynolds también está presente en cada rincón de esa claustrofóbica mansión y en los hilos de los vestidos de novia que el diseñador concibe con la misma pasión con la que alguna vez bordó el de su madre siendo apenas un niño.
Daniel Day-Lewis, quien recientemente declaró que esta película constituía su despedida del mundo actoral, nos brinda una actuación deslumbrante y sumamente natural. El anglo-irlandés le otorga el histrionismo necesario que requiere este tipo de personaje evitando caer en las exageraciones. Su coprotagonista, Vicky Krieps, es de esas actrices capaces de sonrojarse en cámara ante una escena que incomoda a su personaje. Es ella quien imprime a la cinta las dosis humorística y la que realiza un mayor recorrido en la historia hasta lograr desplegar toda su fuerza y determinación en pos del objetivo final.
El diseño de arte de El Hilo Fantasma representa, quizás, el elemento mejor logrado del filme. Además de un vestuario formidable que embellece la pantalla a cada segundo y que ha sido distinguido con un galardón en la última entrega de los Oscars, la cuidada fotografía (a cargo del propio Anderson) cumple un rol destacado y se ve beneficiada gracias utilización de luces suaves y naturales. Cabe señalar que cada encuadre está meticulosamente bien planeado para guiar la narración. Los planos cortos sobre los personajes acompañan ese sentimiento de sofocación que se percibe en la casa Woodcock.
El Hilo Fantasma es un drama conceptual, que se mueve con delicadeza por los recovecos de una historia de amor perversa e imprevisible.