Perfecta y pretenciosa
Daniel Day-Lewis se despidió del cine con una interpretación tan impecable como las de sus compañeras de elenco en “El hilo fantasma”. Pero esos trabajos precisos desbordan el guión de esta película que estuvo nominada a seis Oscar y tuvo un merecido premio consuelo a mejor vestuario. El director Paul Thomas Anderson, que había mostrado su buen instinto en “The Master” y “Petróleo sangriento”, cambió su estilo visceral por el clima estilizado del mundo de la alta costura en la década del 50.
El diseñador Reynolds Woodcock (Day-Lewis) se comporta como un rey en su corte, en la que hasta el ruido de una tostada lo violenta, y marca territorio e impone sus reglas en una atmósfera sofocante. Solo su hermana Cyril (Lesley Manville) parece tener algún poder sobre él, y su nueva musa, Alma (Vicky Krieps) intenta respirar en medio de ese clima “de muerte”, como lo describe uno de los personajes.
En su intento de indagar en los comportamientos de los personajes, la película pierde el rumbo en tramas secundarias que suman minutos sin un sentido claro; personajes con características mostradas casi en el límite del estereotipo, de pronto cambian su comportamiento sin una razón que lo justifique; el espectador nunca se entera cuál es el arma secreta de Cyril (“no discutas conmigo, te puedo destruir”, le dice ella a su hermano, y ahí queda todo, o el recuerdo constante que hace Woodcock de su madre, sin que se explique de qué manera influyó esa mujer en su vida, todo en una película correcta en todos los rubros técnicos.