Aprovechando el éxito de Abzurdah, regresa la dupla Goggi-Suárez a la pantalla grande. Esta vez, la excusa es un melodrama romántico llamado El hilo rojo, junto a Benjamín Vicuña, que se hunde antes de despegar.
A veces, solo basta una escena para comprender que entre dos intérpretes falta química. No importa si afuera del set son la pareja perfecta, pero si en la ficción, dos seres que deben transmitir pasión no se conectan mutuamente, el resto de la película se viene a pique.
Solo basta ver Capitán América: Civil War para comprender el concepto. Tony Stark y la Tía May, o mejor dicho, Robert Downey Jr. y Marisa Tomei. Juntos nuevamente –fueron pareja en la vida real, en Chaplin y Solo tú– en una escena pobremente escrita y ausente por completo de sensualidad, y aún así, se siente la química entre ellos. Se conectan. Un hilo rojo los comunica.
Ese hilo rojo que, en teoría conecta a Manuel con Abril, los protagonistas de la película de Daniela Goggi, no existe entre Suárez y Vicuña. Y el resto es como un castillo de naipes: un guión flojo, insostenible desde la verosimilitud, diálogos que parece salidos de una mala telenovela, interpretaciones muertas, vacías, sin una sola posibilidad de generar empatía con el espectador. El histeriqueo de dos personajes débiles.
Los personajes se conocen en un aeropuerto. Él es sommelier, ella azafata. En la primer secuencia, entre tire y afloje, nace un romance “a primer vista” entre ellos. Circunstancias del destino, ambos se separan sin conocer el nombre del otro. Pasan los años, cada uno está con su respectiva pareja. Ella incluso acaba de ser madre. La vida de ambos, en forma individual, parece perfecta: amor, fama, dinero y sin embargo…
Un avión los vuelve a unir, está vez, en Cartagena, Colombia, lejos de sus respectivas parejas. Allá aprovecharán para revivir la llama, solo que esta vez, ya no estarán tan seguros de cómo continuar sus vidas. Sin embargo, un hilo rojo, invisible une el destino de ambos personajes –no de los actores, por supuesto- ¿podrán romperlo?
Sensualidad para adolescentes, romance “prohibido” que incluye escenas de infidelidad y poco más, es lo que ofrece este film previsible y reiterativo que nunca encuentra un tono particular, además de generar poca emoción. No existe la tensión. Se habla mucho, se piensa poco. Visualmente prolija –como una publicidad de alguna aerolínea- pero hueca, a nivel narrativo, obvia metafóricamente, El hilo rojo cumple con un acumulación de lugares comunes, potenciados por la inexpresividad de la pareja protagónica.
Hay que admitir, que Vicuña está un poco mejor: contenido, aunque inexpresivo. En cambio, Eugenia Suárez parece una perezosa salida de Zootopia. Cada respuesta que brinda es precedida por una larga pausa.
El hilo rojo es una obra tan pretenciosa como monótona. Un producto comercial al que se le notan demasiado los hilos -valga la redundancia- cuyo conflicto dramático no alcanza ni la densidad y profundidad que el tema podría ameritar. La ausencia de humor, carisma y química entre los protagonistas es alarmante. Se confunde sexualidad con sensualidad. Un coctel imperdonable para un film romántico. Mejor, mirar por la ventana.