Detrás de “El hilo rojo” (Argentina, 2016), de la realizadora Daniela Goggi, se ha urdido un sinfín de teorías que seguramente impactarán a la película directamente. Inspirada en una vieja leyenda que indica que los destinos de las personas están unidos por un hilo, la misma leyenda que el hilo puede enredarse, estirarse, pero nunca cortarse.
Desde esa simple y a la vez profunda anécdota, el guión de la propia Goggi, profundizará en la complicada relación de Abril (Eugenia Suarez) y Manuel (Benjamín Vicuña), dos personajes que se conocerán circunstancialmente en un aeropuerto, y que a partir de ese encuentro intentarán satisfacer la profunda atracción que sienten el uno por el otro sin un resultado positivo.
Los caprichos de la historia querrán que sigamos el hilo de los protagonistas siete años después, cada uno con sus respectivas parejas (Guillermina Valdéz y Hugo Silva), hijos, mundos armados, rutinas, y con un nuevo viaje a un lugar paradisíaco que los pondrá frente a frente una vez más.
Colombia es el lugar escogido para que Abril y Manuel se reencuentren, un espacio que al no tener referencia de sus familias, les permitirá, o no, acceder al deseo sin medir las consecuencias sobre cómo esto repercutirá en el futuro.
Goggi avanza en el relato a paso firme y certero, sabiendo que su historia cuenta no sólo la potencia de la irrefrenable pasión y tensión sexual de sus protagonistas, sino que suma la lábil línea sobre si aquello que se ve en la pantalla trasciende las líneas de diálogo del guión que ella imaginó.
Hay un exceso de intención por construir los espacios como no espacios, es decir, como lugares que bien podrían ser cualquier lugar del mundo sin un anclaje específico, que generan cierto ruido en la información que se desprende de la pantalla.
Además los protagonistas están impecables todo el tiempo, restando verosímil a la construcción que cada uno hace de su personaje, que por suerte, en algunos momentos, pecan o de soberbios o de ingenuos, según el momento que atraviesen de la historia.
Eugenia Suarez y Benjamín Vicuña están correctos, no hay intentos por parte de ellos de hacer otra cosa más que contar aquello que “El hilo rojo” plantea, esto de sentirse innegablemente atraídos por una persona más allá de lo bien que se esté con la pareja.
“No tomar decisiones en un punto es un alivio” dice Abril, y sobre esa frase, más que sobre alguna otra idea, el filme va contextualizando el entramado narrativo que la atraviesa y que la define como un melodrama aggiornado a la época.
El encuentro en la película se demora demasiado, y por momentos algunas situaciones no pueden sostenerse del todo desde la construcción narrativa.
Pero así y todo, “El hilo rojo”, gracias al oficio de Goggi, quien en una constante búsqueda continua saliendo de la clásica puesta en escena y dirección de cámara, más una banda sonora, que acompaña el melodrama al que asistimos (la BSO es de Sebastián Escofet), sale airoso, con la convicción de haber logrado cumplir la propuesta que planteaba originalmente.