El Hobbit: La batalla de los cinco ejércitos

Crítica de Felipe Quiroga - CiNerd

AL FIN, EL FIN

Por más lindo que sea una viaje, cuando se hace demasiado largo lo único que queremos es volver a casa. Al experimentar ese sentimiento, ninguna de las maravillas exóticas que veamos nos puede sorprender. EL HOBBIT: LA BATALLA DE LOS CINCO EJÉRCITOS (THE HOBBIT: THE BATTLE OF THE FIVE ARMIES, 2014) se siente como el cierre de una aventura que se volvió demasiado larga y grande, demasiado pesada, en la que ahora, al final, ya casi no quedaran fuerzas para seguir. Lo que se ve en pantalla transmite la idea de que el impulso de los realizadores para mantenerse en movimiento nace de un compromiso de terminar, pero no tanto de la pasión. El agotamiento se nota en el guión, en las actuaciones, en los efectos digitales e incluso en la banda sonora, que es la menos inspirada de esta saga de precuelas. Es aquí, en esta tercera parte de más de dos horas, donde el problema del estiramiento de la trama se vuelve más grave que nunca. Los parches ideados por el guionista y director Peter Jackson para llenar los huecos en la narración de Tolkien resaltan demasiado y se sienten ajenos al espíritu del relato.
Luego de un breve e intenso prólogo, que tal vez sea lo mejor del film, la trama pasa a ser la preparación para la batalla del título. En esta primera mitad, los personajes van y vienen y se juntan para debatir sobre qué hacer, nada más. Aquí, los conflictos están gastados y ya no resultan interesantes ni la codicia de Thorin (Richard Armitage), ni los temores de Bilbo (Martin Freeman) ni las preocupaciones de Gandalf (Ian McKellen). Y entonces, llega la guerra, una secuencia muy extensa y repetitiva que decepciona por su incoherencia y por unos efectos digitales poco pulidos y demasiado notorios. Hay algunos chispazos de intensidad, pero no ayuda mucho a la tensión y al suspenso el hecho de conocer de antemano el destino de los personajes centrales e incluso de algunos secundarios en el caso de los espectadores que leyeron la novela.
Sabiendo que no puede hacer que los personajes hagan cosas que no hacen en el libro (algo que no siempre cumple, de todos modos), Jackson comete varios errores. Por ejemplo, decide sumar minutos y poner el foco sobre Alfrid (Ryan Gage), el ayudante del gobernador de Lake Town, que es un fallido intento de ser el desahogo humorístico. En otras ocasiones, el director trata de sorprender visualmente con secuencias que se vuelven demasiado ridículas a causa de (otra vez) un deslucido trabajo de efectos generados por computadora, como pasa con [CUIDADO, SPOILER. SELECCIONÁ EL TEXTO PARA LEER] la batalla entre Galadriel, Elrond y Saruman contra los Nazgul; y casi todas los momentos protagonizados por Legolas, como cuando usa un murciélago para volar (??) o cuando sube entre los escombros de un puente que se derrumba como si se tratara de un videojuego. [FIN DEL SPOILER]
El final se recibe con alivio. Tal vez no sea la mejor manera de despedirse de la Tierra Media, pero los fallos del film (fallos que se vienen acumulando desde las dos entregas anteriores) indican que la aventura debe terminar de una vez por todas. En la trilogía de EL SEÑOR DE LOS ANILLOS, más respetuosa del material original, nuestro verdadero guía de viaje había sido Tolkien, con Jackson como apoyo. Pero ahora es el director neozelandés quien se apropió del rol. Y es él quien nos indica, a los gritos, que disfrutemos de las maravillas del paisaje, mientras aprovecha la distracción y nos mete la mano en los bolsillos.