Para disfrutar a rabiar
El desenlace tiene emoción y acción a raudales, ya que es una aventura en estado puro.
Espectacular. Es el mejor desenlace que podía tener la trilogía, las tres partes en las que Peter Jackson dividió El Hobbit: emoción, acción a raudales y aventura en estado puro.
Para este capítulo final, Jackson -que tiene una maestría única en el manejo de la cámara- dejó el enfrentamiento con el dragón Smaug y la gran batalla en las Lindes de Erebor, la Montaña Solitaria, el lugar del que Smaug se había apoderado y que era el reino de los enanos. Enanos, humanos, elfos y orcos tendrán un combate final de, dicen los que lo midieron, 45 minutos.
Pero lo cierto es que La batalla de los cinco ejércitos es toda una gran lucha, matizada con diálogos y textos de boca de intérpretes como Ian McKellen, Cate Blanchett y siguen las apariciones prestigiosas, pero lo que prima es la acción trepidante.
Todo aquí es más (si se podía) grandilocuente que en las dos partes anteriores, y tal vez que en toda la trilogía de El Señor de los anillos, con peleas cuerpo a cuerpo espectaculares y momentos que parecen de dibujitos animados (Legolas a estas alturas parece un personaje de Marvel), pero siempre con la mira apuntando a un único sentido. Si el espectador se ha hecho amigo, cómplice de Bilbo, Thorin, los enanos y Gandalf, difícilmente no disfrute a rabiar, se emocione y sufra las muertes por venir.
Una vez terminada la batalla con Smaug en Esgaroth, la ciudad del lago, todo apunta hacia Erebor, y el tesoro escondido. Allí confluirán los ejércitos, habrá quienes reclamen su parte, habrá amores imposibles entre la elfa Tauriel y el enano Kili, y habrá mucha, pero mucha, demasiada crueldad de los orcos.
Si el espectador se perdió las dos partes anteriores, es probable que se sienta como quien seguía los partidos del Mundial de Brasil sin haber visto nunca un partido de la Selección: no sabrá, presumiblemente, quién es quién.
Para los entendidos hay suficientes guiños hacia lo que vendrá (esto es, lo que ya vimos, porque El Señor de los anillos ocurre sesenta años después que El Hobbit). Lo que aquí interesa es, de nuevo, la acción. Jackson les ha dado a los enanos y al rey Thorin (Richard Armitage) el protagonismo necesario, y también a Bardo, el humano (Luke Evans), en eso que llamaríamos el prólogo de esta tercera parte. Bilbo no está dibujado, sino que participa como en comunidad.
Es que son tantos los personajes, que Jackson y sus coguionistas han sabido darles personalidades a cada uno, y eso juega a favor de la trama o si se quiere del espectáculo.
Una recomendación: si está dispuesto a ver La batalla de los cinco ejércitos, gástese unos pesitos más y véala en 3D HFR. La definición que tiene no la habrá visto nunca, se ha superado la de El Hobbit: Un viaje inesperado, que por momentos parecía arrastrar las imágenes en los paneos.
Es una sensación única. Como estar allí, presente, en el medio de la Tierra Media... Se los extrañará.