Este (no) es el fin
Los primeros minutos de El Hobbit: La Desolación de Smaug son asediados por una sensación de deja vu general, de estar perdidos en ese Bosque Negro que es esta franquicia de nunca acabar y que parece pisar sobre sus huellas una y otra vez. Pero a diferencia de la primera parte de este tríptico, La Desolación de Smaug es tan estruendosa como un rugido de dragón porque esta vez los personajes son puestos en verdadero peligro. Un peligro palpable, ya sea al punto de ser devorados por arañas que parecen salidas de la Isla Calavera, perseguidos por los deformes y temibles orcos, o perdidos en un bosque borgeano (circular, infinito y laberíntico). Los personajes son arrojados a la aventura y Gandalf no los acompañará en el viaje ni vendrá con su magia al rescate, por lo que deberán ingeniárselas para llegar a Erebor por sus propios medios...