Tolkien-Jackson: dos pilares que sostienen y amplían la obra literaria
Ya lejos de la polémica suscitada por la decisión de hacer una trilogía basada en un libro de poco más de 300 páginas, polémica sin sentido por otra parte, queda claro que cinematográficamente hablando el universo de J.R.R Tolkien se desdobló con la aparición de Peter Jackson, formando entonces los dos pilares que sostienen y amplían la obra literaria. Lo escrito y lo filmado ahora van de la mano. Se amalgaman. Forman un binomio perfecto del cual se puede hacer o deshacer (si siguen sus propias reglas), aun cuando en algunos casos no aportase nada sustancial al núcleo de la historia.
El caso de agregar se da con ambos creadores. Por ejemplo, así como los seis apéndices de “El señor de los anillos” crean decenas de posibles subtramas, explican en detalle elementos de la tierra media, agregan personajes de tercera o cuarta línea, y hasta enseñan el idioma elfo (basado en sonidos de la lengua inglesa), en el otro extremo Peter Jackson desarrolla y agrega personajes apenas (o nunca) escritos por Tolkien para fortalecer los elementos dramáticos básicos en cualquier aventura. Es decir, ambos expandieron sus obras más allá o más acá de sus fronteras, pero respetando la mística original. Por caso, Azog (voz de Manu Bennet) es un jefe Orco apenas mencionado por el escritor. Para el director es una de las figuras principales de la nueva trilogía. Por su parte, Tauriel (Evangeline Lilly (Kate, en la serie “Lost”, 2004/2010), una suerte de capitana del ejército Elfo, encaja perfectamente en esta segunda parte y aporta una tenue insinuación de amor/seducción que se permite llegar hasta la periferia de lo escrito en los libros. La adaptación, entonces, se sale de lo literal de la historia pero no la traiciona, salvo para los fanáticos ortodoxos, claro.
Todo lo que sucede en “El hobbit: la desolación del Smaug” sube la apuesta iniciada el año pasado en todos los aspectos. Desde lo visual, se vuelve más oscura. La fotografía de Andrew Lesnie se emparenta con la trilogía anterior como para ir enganchándola. Lo mismo sucede con la música del multipremiado Howard Shore. También (más sutilmente) las escenas de acción cobran un tinte más serio, en especial los enfrentamientos cuerpo a cuerpo. Para cuando termine la saga, y todo esté editado en DVD, cualquiera que decida transitar la maratón de seis películas irá de una coloratura casi infantil iniciada en esa comilona de media hora en “El hobbit: un viaje inesperado”, 2012), a una textura entre blanquecina y gris cuando Gandalf y Froddo se disponen a iniciar su último viaje en “El señor de los anillos: el retorno del rey” (2003). Si esto no es planificación…
La última toma que vimos en 2012 fue un plano detalle del ojo de Smaug (voz de Benedict Cumberbatch), un dragón gigante que yace bajo toneladas de monedas de oro dentro de Erebor, también conocida como la Montaña Solitaria. La segunda entrega de esta saga sigue continúa con el viaje del rey Thorin, alias Escudo de Roble (Richard Armitage), y sus doce coterráneos en busca de recuperar Erebor, y por ende matar a su actual morador. Esta gesta es la columna vertebral de la cual se ramifican otras dos: La ida de Gandalf (Ian McKellen) a Dol Guldur, en donde descubrirá que Sauron está recobrando sus fuerzas y el seguimiento a Bilbo Bolsón (Martín Freeman, otra vez sensacional), quien, pese a ser parte del grupo que lo adoptó por sus dotes de “ladrón”, ya va tejiendo su propia leyenda para conectarla con el futuro. A estos incidentes, que el director vuelve a mostrar en montaje paralelo, ha de agregarse la aparición con creces de los Elfos oscuros comandados por Legolas (Orlando Bloom) y la mencionada Tauriel. Ambos se convertirán en esa suerte de ayuda latente que vigila de cerca los acontecimientos. Aparecerá la codicia, la ceguera ante el poder, pero también la posibilidad de redimirse por virtudes como la fidelidad, la entrega y el sacrificio.
Se sabe que hay una tercera a estrenarse el 17 de Diciembre de 2014, con lo cual el final queda tan abierto como los de los viejos seriales.
Lo dicho, será difícil pensar en el resto de la literatura de Tolkien sin emparentarla con el director neocelandés. Una vez más propone aventura en estado puro, batallas con tinte épico, profundidad en los personajes y las situaciones y la garantía de filmar como pocos estos géneros.