Un viaje fantástico intenso y vertiginoso
Después de las tres películas sobre «El señor de los anillos», está claro que Peter Jackson conoce más que bien el mundo de Tolkien, y sobre todo cómo llevarlo a la pantalla. Siendo básicamente una precuela de la trilogía anterior, en la que Bilbo Bolson recuerda entre otras cosas las circunstancias en las que obtuvo uno de los Anillos del Poder que años mas tarde cedería a su sobrino Frodo (Elijah Wood, que aquí aparece brevemente), Jackson se mantiene dentro del mismo universo que no sólo le es familiar a él, sino también a millones de espectadores de todo el mundo que conocieron la literatura de Tolkien gracias a sus películas.
Jackson se toma su tiempo para contar esta historia que vuelve a llevarnos a los mismos lugares fantásticos y muchas veces terriblemente siniestros. La película comienza con un breve prólogo en el que el viejo hobbit Bilbo (encarnado por Ian Holm, como en los films anteriores) tiene un flashcon su juventud, cuando una visita del mago Gandalf para buscar un tesoro junto a un montón de enanos no siempre muy amistosos transforma para siempre su vida.
Dando por sentado que el público conoce los conflictos básicos y también varios de los personajes esenciales de la historia (muchos incluso interpretados por los mismos actores de antes, que sólo deben lucir más jóvenes, como el Gandalf de Ian McKellen), el director puede darle otro ritmo a las cosas, por lo que luego de la introducción de los personajes en la tranquilidad de la casa de Bilbo, «El Hobitt» empieza a convertirse en un vertiginoso viaje fantástico que se vuelve más y más intenso a medida que va avanzando la acción. Luego de unos primeros 45 minutos relativamente tranquilos, la historia despega y no se detiene nunca, logrando que las casi tres horas de proyección pasen a una velocidad sorprendente.
Hay escecnas de acción a granel, imágenes de seres y paisajes fantásticos con detalles minuciosos, batallas a niveles épicos y por suerte ninguna intención pretenciosa más que la de contar el relato de Tolkien, que más allá de ser una historia fantasiosa juvenil, está repleta de ideas sustanciosas.
«El Hobbit: un viaje inesperado» tiene tantas secuencias brillantes y tal despliegue visual que no tiene sentido tratar de detallarlas. Sí hay que hacer notar al formidable Gandalf de Ian McKellen, que domina el film por completo -incluso cuando actúa con colegas como Christopher Lee y Cate Blanchett, repitiendo sus roles de la trilogía previa-, y destacar al Bilbo que compone Martin Freeman, un hobbit con más presencia y carácter que su sobrino Elijah Wood.
Esta es una película con hitos técnicos y escenas increíbles que hay que ver más de una vez para apreciar en su justa medida. Una de estas escenas, tal vez la mejor de todas, es el encuentro con Gollum, el despreciable, infinitamente miserable
Gollum que vuelve a interpretar el talentoso Andy Serkis. Este es sólo uno de los momentos brillantes que ofrece Peter Jackson en una de los mejores trabajos de su carrera. La única pregunta es si podrá mantener el nivel en las dos entregas siguientes de esta nueva trilogía.