Bilbo, Gandalf y los 13 enanos
A menos que Peter Jackson sea un Wagner del séptimo arte (y desde luego, no lo es), esta nueva trilogía sobre la vida y las guerras en la Tierra Media resulta algo redundante, sobre todo porque Tolkien publicó El Hobbit en un solo volumen y porque (fundamentalmente) El Señor de los Anillos, su magno opus, ya fue inmejorablemente filmado por Jackson. Pero oportunismos al margen, el neocelandés realizó otra cinta sin grietas en lo visual, con un Bilbo Bolsón que supera con creces la altura de su personaje. El británico Martin Freeman (Love Actually, The Office) posee la rara habilidad de causar gracia y ternura con un par de expresiones de asombro, lo cual no compensa una trama poco trepidante (la expedición de Bilbo, Gandalf y los enanos de Durin para recuperar el oro de la Montaña Solitaria) o que el héroe Thorin (Richard Armitage) deje sabor a poco en comparación con el Aragorn del cuervo Viggo Mortensen.
Pero la grandilocuencia de Peter Jackson (ayudado en el guión por Guillermo del Toro, que inicialmente iba a dirigir el film) depara, desde luego, grandes momentos. La aparición de Galadriel (Cate Blanchett), con el trasfondo de un atardecer, deslumbra como una aurora boreal y la colonia de goblins parece una réplica en CGI de El jardín de las delicias, de El Bosco. De especial interés para los tolkianos es el momento en que Bilbo roba el anillo mágico al esquizoide Gollum (un personaje que crece en cada cinta), así como la vuelta al inigualable imaginario de Jackson (su peculiar fusión de Disney, western y new age), estrenando el nuevo formato de alta definición en 3D.