Épica en tamaño small
Hay dos antecedentes negativos y uno positivo detrás del proyecto de esta nueva trilogía que rescata la mitología de J R R Tolkien, su mundo de fantasía y heroicidad, que el director Peter Jackson se propone convertir en otro hito cinematográfico como el que generara El Señor de los Anillos, película ovni que marcara un antes y un después en términos de género fantástico cinematográfico con un pesado interrogante que El Hobbit deberá responder: ¿se puede superar aquella trilogía?
Los antecedentes negativos a los que hago referencia son precisamente el fantasma de la trilogía muy vigente y marcado a fuego en el espectador que vivió en las salas de cine esa épica majestuosa por un lado y por el otro lado el libro en cuestión, ya que la historia central no se conecta del todo con la aventura de Frodo y Aragorn sino que simplemente introduce las peripecias de Bilbo Bolson, personaje secundario si los hay y que fuera opacado por el ya nombrado Frodo en la trilogía de Jackson. Pero en el director es donde se concentra el aspecto positivo de esta empresa; en su capacidad narrativa y en su inventiva visual que se vale de la tecnología y de los recursos del nuevo cine 3D para mutar el concepto de la épica narrativa por el de la épica tecnológica. A El Hobbit, un viaje inesperado le falta épica y dramatismo, pero esa falencia se suplanta con un tono menos solemne y que apuesta a la frescura y al humor para impregnar un viaje iniciático protagonizado por un personaje no apto desde la naturaleza para la aventura toda una serie de elementos que en su conjunto conforman un mix interesante y novedoso, donde sin lugar a dudas el apartado visual se lleva la mejor parte.
El otro pilar donde descansa la propuesta de Jackson, con la colaboración en el guión de Fran Walsh y Philippa Boyens y algún que otro aporte de Guillermo del Toro -quien se iba a hacer cargo de la dirección- lo constituye la presencia de Martin Freeman (conocido por la serie británica The Office) caracterizando a Bilbo y encontrando el equilibrio justo entre la torpeza del principiante y la valentía y astucia de alguien que en definitiva busca la aventura en el afuera y no en el adentro.
Parte de esa premisa corona por decirlo de algún modo el planteo básico de este relato elemental que extrae de lo cotidiano o de situaciones mundanas pequeños destellos de hazañas personales como si parte del aprendizaje y del crecimiento -en el sentido iniciático de la palabra- fueran lo suficientemente trascendentes para preparar la aventura. Ese recurso inteligente también está ligado a un evidente manejo de la narración y al operativo de estiramiento excesivo para justificar el desglose de un solo libro en tres películas, con una duración exagerada que seguramente le juegue en contra no tanto a la narración sino a la trama central porque las digresiones y el alargamiento de secuencias no pasa desapercibido.
El ejemplo de este despropósito aparece ya en la primera mitad en la que el protagonista ve interrumpida su tranquila cena por la llegada de trece enanos y el infaltable Gandalf (Ian McKellen) para persuadir a Bilbo de que se sume a la causa de los enanos: recuperar el reino de Erebor, usurpado por el dragón Smaug, asignatura pendiente de Thorin (Richard Armitage), hijo del rey de los enanos, decapitado por el enemigo en un sangriento combate, donde la espectacularidad del nuevo sistema HER 3D que permite al ojo del espectador ver 48 fotogramas por segundo agrega un plus a la experiencia cinematográfica.
La incorporación de este formato para algunos será tan contrastante y difícil de asimilar porque las texturas de la imagen se asemejan a la que se puede percibir en un documental pero la belleza intrínseca de la fotografía, sobre todo en paneos de paisajes saturados de brillo y luminosidad por el efecto en el tratamiento de la imagen, se pierde.
Sin embargo, no se necesita exclusivamente de este sistema para encontrar en cada secuencia de acción la marca distintiva de Peter Jackson y su equipo de creativos para diseñar batallas cuerpo a cuerpo deslumbrantes; vértigo y adrenalina para escenas sofisticadas desde el punto de vista de la puesta en escena y hasta el guiño cinéfilo que por ejemplo transforma a un trío de trolls en Los tres chiflados.
La yuxtaposición con personajes del Señor de los Anillos que no aparecen en el libro original como la elfa Galadriel también es una jugada arriesgada pero que en el resultado final sale bien porque teje las redes invisibles entre esta aventura y su secuela como si fuese parte de la misma historia cuando en realidad no es del todo cierto en lo que a la saga literaria respecta.
Párrafo aparte merece el retorno de el Gollum, criatura encantadora y de una sensibilidad impactante que gracias a la ductilidad de Andy Serkis y a su expresividad corporal y gestual engalana la pantalla y el convite en la mejor secuencia de no acción de la película donde se produce un verdadero duelo dialéctico e interpretativo entre Freeman y el susodicho Serkis.
El Hobbit: Un Viaje Inesperado no defrauda a nadie pero tampoco logra impactar o deslumbrar más que nada por tratarse de una aventura sin la carga dramática y la intensidad de su espejo: El Señor de los Anillos.