De regreso a casa
Peter Jackson es un director grandilocuente. Un tipo que no se conforma con poco, inclusive cuando su cine carecía de recursos lo suyo era abundante en ideas, cuanto más, mejor. Sin miedo al ridículo, su cine es como ese Kong que reversionó hace algunos años, un monstruo gigante que se sube en lo alto para hacerse notar. Esto puede verse en ese éxito instantáneo llamado El Señor de los Anillos, una obra hecha para disfrutar en pantalla gigante y que comparte junto a Avatar (y Cameron, otro genial excesivo) una intención de amplificar para impresionar, de exprimir los aspectos técnicos para brindar un viaje único dentro de la sala de cine.
El Hobbit: Un Viaje Inesperado, a diferencia de El Señor de los Anillos, no logra impactar (habrá que ver la versión 3D de 48fps de la que tanto se habla, para la función de prensa no llegó la copia). Esa ausencia de asombro surge en parte porque ese mundo que se presenta delante de nuestros ojos ya se ha visto en la trilogía anterior y parte porque el material del que parte no resulta tan épico. El Hobbit (el libro) está destinado a un público infantil (con aventuras de las que se nutrió el mundo harrypotense) y aunque se desee imponer el peligro, no se acerca a aquel terror absoluto e intangible de Sauron (y por lo incorpóreo más terrible, habitaba en cada ser humano). Aquí el principal rival de la travesía es Smaug, un dragón, y pierde irremediablemente ante el señor oscuro de la Tierra Media.
Las comparaciones con LOTR son inevitables. Estamos ante un nuevo viaje con los mismos aciertos, pero también, con similares defectos. La capacidad narrativa de Jackson es incuestionable, su maestría en las batallas también, en los vertiginosos enfrentamientos está uno de sus puntos más altos. Jackson posee una comprensión tal de la totalidad de los elementos que impide que nos extraviemos dentro del continuo movimiento de sujetos y objetos. Pero también está ahí su sensibilidad bobalicona que por momentos es exasperante. El abuso de la musicalización, el humor torpe, los primeros planos y el mundo élfico (con un aura de luminosidad omnipresente) se observan con saturación. Se toma el tiempo otra vez de adentrarnos en la Tierra Media, inclusive incluyendo personajes de LOTR que no aparecen en la novela original, para que nos sintamos cómodos, en casa otra vez. La cuestión es que lo que en aquella valía como descubrimiento aquí resulta en morosidad narrativa. Pierde demasiado tiempo en comenzar lo que funciona en la película, el viaje.
Aquí toma otro color la historia. El viaje de los enanos, Bilbo (el hobbit del título) junto el gran y único Gandalf (con un Ian McKellen que lo hace de taquito) es hacía la montaña Erebor, un antiguo reino de los enanos ahora bajo el dominio del dragón Smaug, el objetivo, recobrar lo perdido. Aquí, a diferencia del libro, se toma una idea más noble justificándose sobre el orgullo y el hogar de estos desterrados. El libro dejaba más claro que el inmenso tesoro robado por el dragón (que son igual de codiciosos que los enanos) alcanzaba y sobraba para la aventura. En el camino hay orcos, trolls, goblins, elfos, magos, todo el microcosmos de tierra media. En esta primera parte ya se planta la idea de muchos personajes y retos por venir, sirviendo como preámbulo para lo que aún resta. Esta necesidad económica (o por la propia monumentalidad del cine de Jackson) de hacer tres extensas películas termina diluyendo la aventura, un poco de sincretismo no habría venido mal. Otra cuestión es la empatía sobre los personajes. Aragón y compañía rápidamente ganaron nuestro cariño, aquí en cambio entre tanta enumeración "enana" (Bofur, Balin, Ori, Dori, Nori y un largo etcétera) los rostros resultan intercambiables, dificultando el nivel de apego.
Lo cierto es que el film no logro apasionarme, siendo un admirador de la trilogía anterior, me resultó una construcción maquinal. Me sorprendió su repetición en algunas resoluciones narrativas y visuales dentro de la misma película (y ya usadas en las LOTR). Se disfruta como un regreso al hogar, y por eso, también se siente como una falta de crecimiento de parte del cine de Jackson.