Una aventura de altura
Tal como viene ocurriendo con la mayoría de las sagas basadas en cómics cuando entran en una zona de agotamiento (o cuando ya no pueden pagarle a los que las hacen), Hollywood apela al viejo truco del reboot para “rebobinar” y “reiniciar” una franquicia con renovados aires (y otros artistas, claro). Pasó hace poco -con buenos resultados- con El Hombre Araña y, aunque esta práctica a muchos les moleste, también funciona en el caso de Superman.
Así como en 2006 se intentó retomar este clásico personaje de DC Comics de la mano de Bryan Singer con Superman regresa, ahora es otro cotizado director como Zack Snyder -a partir de una idea original y con producción de Christopher Nolan- quien trata de “revivir” a la saga. Y, aún con los reparos que puedan hacérsele, la operación de reciclaje fue exitosa.
¿Es efectivamente El Hombre de Acero una película sorprendente y renovadora dentro del género de superhéroes? Para nada. Sin embargo, sí resulta un formidable espectáculo visual en el sentido en el que hoy se conciben los tanques de entretenimiento masivo, con set-pieces que aprovechan todas las posibilidades de esta era de esplendor de las CGI y la estereoscopía. Y lo hace sin renunciar a la mitología del personaje, su iconografía y su universo. Un film que, en ese sentido, es clásico y moderno a la vez.
Uno podría decir que El Hombre de Acero arranca como Thor (con Russell Crowe en lugar de Anthony Hopkins) y termina con una larga secuencia de “rompan todo” como Transformers 3: El lado oscuro de la Luna (también hay un intento extraterrestre por apropiarse de las condiciones nuestro planeta). En el medio, claro, está el nacimiento de Superman (Kal-El en Kryptón, Clark Kent en la Tierra), su llegada a los Estados Unidos, su transformación en adulto (ya interpretado por Henry Cavill), la vida con sus padres postizos (Kevin Costner y Diane Lane), la aparición de la periodista Lois Lane (Amy Adams) y el enfrentamiento con unos militares golpistas de Kryptón liderados por el General Zod (Michael Shannon) por el control del Códice, una suerte de chip genético destinado a asegurar la supervivencia de su especie. Nada demasiado revolucionario, como podrán interpretar, pero en la línea de la historieta original.
Snyder (El amanecer de los muertos, 300, Watchmen: Los Vigilantes, Sucker Punch: Mundo surreal) se muestra cómodo dosificando los distintos niveles de una producción de esta índole, que debe necesariamente matizar situaciones “intimistas” con otras de grandes ambiciones (la explosión en una plataforma petrolera, un tornado, etc.). En este sentido, son notables las escenas de batalla cuerpo a cuerpo en las que el espectador “siente” la fuerza de los golpes y sus efectos en esos pesados físicos de acero (en la línea de los Transformers o Hulk).
A nivel actoral, Cavill más que de acero parece de… madera. De todas maneras, poco importa. Lo suyo -además del aporte estético (vean si no cuando pela su torso desnudo)- pasa por la inexpresividad de un extraterrestre que es todo un freak e intenta asimilarse a la vida en la Tierra. Crowe parecía ser el nuevo Marlon Brando (por la breve participación en el film dirigido por Richard Donner en 1978), pero luego reaparece en un puñado de escenas como para darle más desarrollo a su trabajo. Una avejentada Lane y Costner, con su acostumbrada nobleza, se suman en dignos papeles secundarios, mientras que Shannon -en las antípodas de sus trabajos en el cine independiente- regala una gran máscara como el malvado de turno.
Eso es, ni más ni menos, lo que en líneas generales entrega la eficaz El Hombre de Acero. Si no da para la euforia, al menos genera en varios pasajes una sensación de entusiasmo. En el muchas veces previsible universo de los blockbusters actuales, no se trata de un mérito menor.