S DE ESPERANZA
El superhéroe más icónico de todos ha vuelto. Pero más que un regreso, esto es una resurrección desde las cenizas: apadrinada por Christopher Nolan, EL HOMBRE DE ACERO (MAN OF STEEL, 2013) relata el tan conocido origen de Superman combinándolo con conflictos existenciales, apabullantes escenas de destrucción masiva y épicas peleas. Es mérito del guionista David Goyer y de Nolan (quien también colaboró en el aspecto narrativo) el hecho de que la película se equilibre satisfactoriamente entre un film nolaniano (con dramatismo, toques de oscuridad y una profundización en el protagonista) y un blockbuster cargado de efectos especiales y combates comiqueros, esos que tan bien sabe filmar el director Zack Snyder. La acción comienza en el moribundo planeta de Krypton, en donde Jor-El (un sobrio y contenido Russell Crowe) decide no hacer caso a las reglas de natalidad de su mundo y concibe un pibe al que bautiza Kal-El. Durante un fallido golpe de estado liderado por el general Zod (Michael Shannon, inmenso y carismático), el recién nacido es enviado hacia la Tierra, como un último gesto de esperanza, sentimiento compartido por todos los espectadores que aguardábamos desde hace tiempo por una buena película de Superman.
Luego de ese prólogo, el film nos muestra a Kal-El con 33 años (unas de las cuantas estúpidas referencias religiosas que hay en el film), barbudo, melancólico y ya viviendo entre los humanos. Aunque no siempre lo suficientemente expresivo, Henry Cavill logra plasmar los conflictos del protagonista, quien se debate entre dar a conocer sus poderes y así enfrentar un posible rechazo o permanecer en el anonimato, esperando por el momento en que el mundo esté listo para recibirlo como su salvador. Esta primera parte de la película es la más dramática, introspectiva y –por momentos– cursilona. Cargada de diálogos pomposos y consejos paternos sobre la vida (y la esperanza y el bien y la salvación y otras huevadas), EL HOMBRE DE ACERO nos hace temer lo peor en el comienzo. Al menos, la construcción del personaje se hace de forma fragmentada, un recurso que le aporta frescura al subgénero superheroico: utilizando sabiamente los flashbacks, veremos algunos momentos importantes en la niñez y juventud del personaje pero introducidos en diferentes pasajes del relato en presente. Así, no tenemos que bancarnos tooooda la niñez y adolescencia del granjero alien mientras va descubriendo sus poderes.
El momento en que finalmente Clark conoce todo sobre su origen y se pone la capa roja por primera vez parece algo forzado y a las apuradas (al igual que la introducción de Lois Lane), pero ya entonces la película pide a gritos un cambio de rumbo. Afortunadamente, éste llega cuando el villano Zod y sus hombres aparecen en la Tierra y, en un tono amenazador, exigen que Kal-El dé la cara. Ya convertido en Superman, nuestro héroe se enfrenta en unos impresionantes combates contra los invasores, destruyendo todo lo que esté en su camino. Estas escenas de caos, explosiones y edificios derrumbándose remiten visualmente a los clímax de otras superproducciones, como LOS VENGADORES (THE AVENGERS, 2012) y la saga TRANSFORMERS, películas en las casualmente los enemigos también venían de otro planeta. Más allá de eso, EL HOMBRE DE ACERO presenta impresionantes secuencias a lo largo de todo el metraje: desde la destrucción de Krypton, hasta la apocalíptica batalla final, pasando por el incendio de una plataforma petrolera hasta una escena con un tornado, esta es una de esas superproducciones que nacieron con destino de pantalla gigante.
Atravesada por una permanente sensación de tragedia, EL HOMBRE DE ACERO nos presenta –por fin– a un Superman interesante, conflictuado pero también capaz de patear traseros: así, el film logra balancearse entre la introspección y la acción, bien en la línea del Batman de Nolan, aunque sin que se hayan dejado de lado las particularidades de Superman como personaje y sin pretender un mayor realismo del que era posible. El camino a seguir por DC debe ser éste y sin intentar copiar el estilo de la competencia, tal como lo demostró la fallida LINTERNA VERDE (GREEN LANTERN, 2011). Nosotros, los espectadores, ahora podemos mirar hacia arriba con optimismo, sabiendo que Superman ha vuelto a volar.