El superhombre y sus dilemas
Cuando en 1938 se publicó el número uno de Action Comics, algo cambió para siempre. Allí se publicó la primera historia de Superman, el personaje que Jerry Siegel y Joe Shuster venían craneando desde 1932, en plena crisis. De golpe y porrazo, un periodista con cara de pavote, despreciado en las más humillantes maneras por su compañera Lois Lane, se sacaba los lentes y se mostraba tal cual era: un nativo del planeta Krypton, con una fuerza inconmensurable y otros beneficios (todavía no volaba). Bastante “zurdito” y sin supervillanos, usaba sus recursos en lo que lo harían muchos ciudadanos de a pie: derrumbar un villorrio para que el gobierno haga un barrio nuevo, o secuestrar a un gobernador para mostrarle que en una de sus cárceles se violaban los derechos humanos.
Desde aquella inocencia primigenia, mucha agua corrió bajo los puentes, en el mundo y en los cómics: de la Edad de Plata liderada por Stan Lee en la Marvel y el “Dragon Ball” de Akira Toriyama (que dejó la saga cuando se dio cuenta de que sus personajes eran demasiado poderosos), a la Guerra Fría y el mundo post 9/11.
Vuelta de tuerca
David S. Goyer y Christopher Nolan decidieron dar vuelta todo. Si bien Kal-El llega a la Tierra como bebé (en la reescritura comiquera de la “Crisis en las tierras infinitas” lo hicieron feto, para que nazca terrestre), nunca se muestra el hallazgo de los Kent. Tras contar el principio del fin de Krypton y el golpe de Estado del general Zod (hay allí una idea a lo Andrew Niccol, con el tema del parto natural y el libre albedrío), se pasa al presente, donde Clark Kent es un treintañero que se mueve con nombres falsos, haciendo trabajos temporales y escapando de los lugares donde usó sus poderes, incluso robando ropa del algún patio (¿alguien se acuerda del Hulk de Bill Bixby?).
Todo cambia cuando aparece una nave de su mundo que le revelará su origen, poco antes de que vuelva un Zod menos vengativo que interesado en refundar su raza a través de su programa genético. En el medio se mete una aguerrida Lois, que sabe desde el vamos la identidad de Kent y lo protege, mientras él resuelve algunas cuestiones sobre el uso de sus habilidades, en parte traumatizado por un padre adoptivo (Jonathan Kent) que lo impulsó a reservar para “el futuro” el momento en que debe revelar su potencial, preanunciado por el padre biológico (Jor-El): “Lo verán como un dios”.
Es que el “dilema de Superman” sigue latente: un ser con sus poderes debe devenir tirano o Mesías, más que un “emparejador” del mundo. Todo indica que “algún día” cumplirá una misión más elevada, aunque el remate de la historia nos acomode en terreno conocido como para iniciar una saga.
La elección de Zack Snyder como director parece la más justa: después de todo, él adaptó “Watchmen”, la visión de Alan Moore sobre un mundo que evolucionó diferente desde la publicación de “Action Comics” Nº 1; también el realizador de la explosión visual de “300” y “Sucker Punch Mundo Surreal”. Aquí usa su habilidad para moverse entre el Krypton de ciencia ficción mezcla de “Avatar”, “Star Wars” y “Prometeo”; la fotografía cálida de los flashbacks de Smalville, donde Clark fue un niño inadaptado por distinto; la pálida estética de las andanzas por el norte helado; y por sobre todas las cosas las violentas peleas entre superalienígenas, incluyendo el clímax final, el más cercano visualmente a las imágenes del 11 de septiembre (implosiones, polvillo) de todas las últimas destrucciones cinematográficas de la Gran Manzana (acá Metrópolis, obviamente).
Sin estereotipos
El elenco responde a las expectativas: más allá de que algunos discutan la elección de Henry Cavill como Clark Kent/Kal-El, el muchacho le pone facha y fragilidad al superhombre. Amy Adams es una opción ideal para Lois, seguramente después de verla en El luchador, tan humana y bien plantada.
Diane Lane hace de taquito una Martha Kent en plan “supermamá”, mientras que Kevin Costner hace un Jonathan Kent con onda de padre hosco pero recordable con cariño. Russell Crowe vuelve a hacer creer cualquier cosa, en este caso su Jor-El idealista, perdido entre el gobierno decadente y los golpistas, acompañado por Ayelet Zurer como Lara Lor-Van, siempre segundona aunque se encargó de parir al Último Hijo de Krypton. En la villanía, Michael Shannon pilotea un Zod sin excesos, mientras que Antje Traue le pone glamour a la esperada Faora-Ul.
Christopher Meloni personifica a un coronel Nathan Hardy un poco alejado del típico héroe militar que hay que meter en estas cintas, y Laurence Fishburne encarna un Perry White bastante más amigable de lo que conocemos (y afroamericano). De yapa, la cantante Allison Crowe, haciendo “Ring of Fire” en un bolichorro de camioneros.
En definitiva: a veces los normales pueden salvar el día, a veces el más poderoso puede haber sido un niño traumatizado y con problemas respiratorios. Lo que permanece es la S en el pecho como símbolo de esperanza... al menos hasta que su portador resuelva convertirse en tirano o Mesías.