Hombre y superhombre
El científico Jor El sabe que su planeta, Kriptón, va a estallar. Decide enviar a su hijo recién nacido hacia la Tierra; ha sintetizado en el cuerpo del niño el código genético de los kriptonianos para que, en el nuevo mundo, pueda darle a su raza la posibilidad de sobrevivir. Pero el malvado general Zod intentará impedírselo.
Esta nueva incursión del cine en la historia más que conocida de Superman obliga a mencionar los antecedentes cercanos en la pantalla grande: la serie protagonizada por el malogrado Christopher Reeve que a fines de los 70 y en los 80 descontracturó al personaje con humor y lo convirtió en el favorito de multitudes, y la más próxima, dirigida por Bryan Singer e interpretada por Brandon Routh (2006) en la que se intentó (sin mayor éxito en las boleterías) mostrar al personaje desde un costado menos épico y más humano, a pesar de su origen alienígena.
En la versión ahora estrenada en todo el mundo, hay que mencionar de entrada la presencia de Christopher Nolan (productor y co-guionista) y la del libretista David Goyer, porque la conjunción de estos dos talentos le dio al cine la excelente trilogía sobre Batman, otro de los archifamosos héroes de historieta. Y hay que agregar que el aporte de Zack Snyder a cargo de la dirección no hace otra cosa que garantizar excelencia visual y alardes formales de gran factura. Si a todo esto se le agrega la presencia de un elenco sólido de figuras "secundarias" (Russell Crowe, Kevin Costner, Diane Lane, Amy Adams, Laurence Fishburne) para apoyar al protagonista Henry Cavill, parece ser que queda poco margen para el fracaso.
Sin embargo, el resultado del cóctel no es sobresaliente. Snyder, desde el sillón de director, hace irreprochablemente lo que sabe, pero sucumbe a su predilección por la grandilocuencia. Entonces, acierta formal y narrativamente cuando muestra los últimos días de Kriptón en el comienzo del demasiado extenso metraje del filme, e intenta interesantes idas y vueltas en el relato cuando describe la niñez y la adolescencia del protagonista ya instalado en la Tierra; pero cae presa de su propia desmesura en las escenas de acción y en los combates en cielo y tierra, de manera que satura al espectador y, paradójicamente, conspira contra el efecto dramático de la narración. Al mismo tiempo, la excelencia de la realización técnica, siempre apoyada en la densa partitura del talentoso pero de a ratos demasiado explícito Hans Zimmer, no deja de sorprender y de deslumbrar al público, de manera que también es injusto juzgar negativamente al filme.
Henry Cavill resulta físicamente más que adecuado para encarnar al superhéroe, pero sus recursos actorales se ven muy limitados. Esto no entrañaría problema alguno si el guión no se internara en las dudas y las cavilaciones del personaje, tironeado entre sus convicciones, las enseñanzas de sus padres terrícolas y los consejos fantasmales de su progenitor alienígena. En el medio, el malvado general Zod (a cargo de un sobreactuado Michael Shannon) se presenta para someter a Kal El (o Clark Kent) a la disyuntiva de ponerse del lado de los habitantes de su planeta adoptivo o del de sus congéneres kriptonianos. A estas dudas casi shakespeareanas, Snyder las resuelve con escenas de acción y de destrucción masiva, que hacen las delicias de los espectadores acostumbrados a los patrones de los "tanques" hollywoodenses.
Todo hace pensar que esta nueva versión de las aventuras del Hombre de Acero no es otra cosa que el comienzo de una nueva serie que cosechará fanáticos y (en menor medida), detractores. Si el "tridente" Nolan-Goyer-Snyder no se desarma, es de esperar que las próximas entregas equilibren la balanza entre delirios visuales y vértigo narrativo versus desarrollo de personajes y explotación eficaz de las subtramas. De no ser así, el de Superman confirmará su calidad de personaje extremadamente popular pero "maldito" dentro de la industria del cine.