El cine de Cohn-Duprat, en términos de ficción, ya tiene su segunda entrega, en lo que, en vista de todo lo saludable que fue El artista, parece apuntar a convertirse en una buena costumbre del panorama local cinematográfico.
Así como en el film anterior la dupla ponía el foco y la ironía (moderada, según ellos mismos) en el mundo del mercado del arte y, sobre todo, en sus personajes, aquí la clave está en las relaciones personales, pero dentro de un pequeño mundo que quizà no le sea tan extraño al anterior.
El hombre de al lado cuenta la crisis que despierta en un hombre (habitante de la majestuosa Casa Curutchet, en La Plata) la llegada de un vecino que abre una ventana precisamente frente a su living, ubicado a poco más de un metro de distancia.
Daniel Aráoz como el vecino prepotente y Rafael Spregelburg como el sofisticado diseñador damnificado entablan así una batalla cotidiana cargada de una tensión constante y creciente, en parte con un link al Sam Peckinpah de Los perros de paja, en parte con un anclaje en el Michael Haneke de Caché.
El film es tenso pero al mismo tiempo una comedia ácida sobre una clase social que se ve invadida por la llegada de uno de "los otros", un forastero de clase, un nuevo rico, uno que no forma parte de la camada y osa poner su cubierto en el plato equivocado. Hay yoga remixada con blackberries, música vanguardista, objetos de diseño incomprables y un tufillo constante a tragedia en puerta, panic button incluído.
Una de las muy buenas opciones argentas del festival, a la vez que una mirada de crítica cool sobre la cooleza propia y ajena. Al mismo tiempo, y como bonus track excluyente, una impagable, imponente performance de Daniel Aráoz, suerte de Bud Spencer flaco y siempre al borde del desborde.