Vecino en la mira
Luego de Televisón Abierta, Enciclopedia, Yo presidente y El artista, la ecléctica y prolífica dupla Cohn-Dupra propone otro film (pre)destinado a la polémica (en este caso, más ideológica que estética).
El dúo se muda del mundo del arte moderno satirizado en El artista al del diseño y la arquitectura al ambientar su nueva película -premiada en los festivales de Mar del Plata, Sundance, Lleida y Toulouse antes de su estreno comercial- en la única casa, conocida como Curutchet, que el mítico Le Corbusier concibió en nuestro continente, en 1948, en la ciudad de La Plata.
En ese magnífico paraje vive Leonardo (Rafael Spregelburg), un exitoso, prestigioso, obsesivo y snob arquitecto/diseñador, junto a su esposa Ana y a Lola, su hija preadolescente que siempre parece estar ajena, como metida en su mundo. Pero la plácida existencia se quiebra cuando unos albañiles empiezan a romper la medianera de la casa vecina para abrir allí una enorme ventana desde la cual su vecino puede invadir su intimidad.
"Sólo quiero unos rayitos de sol", les dice Víctor (un desafiante, aterrorizador Daniel Aráoz), un pesado, un duro con claros rasgos psicopáticos. La tensión entre Leonardo y Víctor irá en aumento y aflorarán así las diferencias de clase, los miedos y las miserias, las actitudes despectivas y la prepotencia, en una escalada de violencia con inevitable destino de tragedia.
Estetas consumados, preciosistas de la imagen y del encuadre, Cohn y Duprat consiguen un film impiadoso, despiadado y, en definitiva, bastante atractivo (algunos planos se alargan en demasía) que está muy bien sostenido desde las interpretaciones en un verdadero duelo entre los dos protagonistas y que, por momentos, tiene un tono que remite al cinismo de los hermanos Coen y, en otros, coquetea con cierto grotesco costumbrista.
Una buena película, sin dudas, aunque en el terreno de la interpretación más intelectual su mirada sociológica e ideológica dará lugar a más de una controversia.