Vecinos invasores
Quienes hayan visto "El Artista", la ópera prima de ficción del dueto Cohn-Duprat con Pángaro y Laiseca como protagonistas, seguramente habrán pensado que sería dificil abordar este segundo film, tratando de mantener el excelente nivel creativo de su antecesora. Sin embargo, esta dupla creativa que ya se había presentado con un revolucionario formato televisivo, novedoso e irreverente como lo fue "Televisión Abierta" fueron por más.
Porque no sólo mantuvieron este nivel sino que lo han superado ampliamente con "El hombre de al lado" su segundo opus de ficción (también habían filmado anteriormente a ambas el documental "Yo, presidente") que ya se había mostrado en el Festival Internacional de Mar del Plata a fines del año pasado, donde había conseguido varios premios, aunque lo más importante, la total adhesión de un público cómplice que la había disfrutado plenamente.
La punta de ovillo de la que los autores "tiran" para desenrollar toda la madeja, es una simple pelea entre vecinos. Y Cohn-Duprat aprovechan la anécdota para contar muchísimo más de lo que simplemente aparece en un primer momento, cuando uno de los dos quiera construir una ventana que obviamente "molestará" al vecino invadido.
La privacidad invadida, la intormisión injustificada, la violencia que estos hechos ocultan, hacen que estos dos vecinos desplieguen en su enfrentamiento, dos personalidades opuestas y complejas.
Mientras que el nuevo vecino (brillante Daniel Araoz) hace gala de su simpleza y del exhacerbamiento de toda su extroversión como herramienta de comunicación, el otro es perfectamente, su opuesto complementario. Rafael Spregelburd tiene a cargo el rol del vecino invadido, que piensa más de lo que actúa, que está pendiente de la mirada del otro y del quedar bien aún cuando sabe que su vecino lo avasalla.
Araoz compone una criatura a su medida, arrolladora en cada escena, con un toque kisch que lo convierte en una caricatura exacta del vecino que cualquiera odiaría tener, un berreta perverso y exhibicionista que se contrapone con toda la intelectualización progre que destila la pareja burguesa que vive en la casa de al lado: que es, por supuesto, una completamente especial, con un estilo arquitectónico sutil y delicioso.
Justamente la locación donde Cohn y Duprat lograron desarrollar la historia es una casa única en América Latina que construyó el arquitecto Le Corbusier hacia fines de los ’40 en la ciudad de La Plata que es hoy un ícono dentro de la construcción moderna.
Ya de por si contradictorio en su decir y en su actuar, este nuevo vecino, Victor, tratará de simpatizar con la pareja pero despertará - sin quererlo? - un enfrentamiento que sacará lo peor de cada uno de ellos.
Absolutamente creativa tanto en la idea original como en el desarollo de los diálogos, nuevamente esa dupla de directores brilla por su singularidad en la construcción de una historia desde un punto de vista completamente nuevo, jamás abordado de esta forma por el cine nacional (ya en "El artista" mostraban una manera totalmente irreverente y divertida de autoreferenciarse en la burla por lo que todo el mundo entiende como arte).
Logran como gran adicional, que los dos protagonistas sean completamente excluyentes y logren dar vida a estos dos personajes, sin posibilidad de que pensemos que pueda haber otros actores tan exactos para jugar a este juego.
Disfrutable de principio a fin, con un humor inteligente y directo, tan representativo de nuestra idiosincracia, las dos personalidades contrapuestas nos hacen ver, en un momento o en otro, la dualidad con la que nos movemos, un poco como el Dr. Jeckyll y Mr. Hyde que todos llevamos dentro, donde en un momento somos uno de ellos y en cualquier otro momento podemos ser parte del otro.
La secuencia final, nos ofrece un plus, donde los guionistas nos demuestran que son capaces también de darnos una vuelta de tuerca sorprendente y sacar un as en la manga para que sigamos admirando su capacidad de contarnos historias y de atraparnos en distintos registros, en diferentes laberintos.
Y la creatividad puesta al servicio de una buena historia, de un relato ingenioso y plagado de humor, es un talento que el espectador agradece mucho tiempo después de terminada la proyección.