Una de piñas y patadas
Con El hombre de los puños de hierro pasa algo muy parecido a lo que ocurre con El ataque. Son películas algo desparejas pero uno tiene que concederles que, dentro de la lógica cerrada de un género, consiguen entretener en base a fórmulas clásicas. Mientras que El ataque se ataba a las convenciones del cine de acción, aquí se hace hincapié en el cine de artes marciales (con una fuerte impronta del wuxia) aunque no se ata a un formato clásico. Lo hace con los rasgos de quien presenta la película, Quentin Tarantino, tomando elementos de un género clásico pero con una disposición barroca donde la estética toma influencias del cómic o los videojuegos, por ejemplo. Esto es lo mejor y al mismo tiempo lo peor del film de RZA, el legendario rapero de Wu-Tang Clan devenido en actor hace ya varios años que con esta película inicia su carrera como director.
Hay algo que no se le puede negar a RZA: evidentemente conoce al género al que referencia y tiene un enorme afecto por lo que hace. Las secuencias de acción, donde más se luce la película, son creativas y deslumbran con toda su brutalidad caricaturesca segmentada a lo largo de todo el relato, a pesar de por momentos ser confusas para seguir. Pero el problema central no está en las secuencias de acción. La cuestión más bien pasa porque la trama que justifica su aparición es endeble y confusa a tal punto que hacia el desenlace poco importan las motivaciones de los personajes. Una vez definidos los estereotipos, buenos y malos se recuestan sobre su identidad y se enfrentan en peleas interminables. Pero la película no fue pensada así, hay una serie de subtramas confusas que nunca terminan de cerrar en los personajes, salvo el flashback del herrero al que referencia el nombre de la película. Esto es lo que por momentos da la impresión de un envase vacío de diálogos al cual le sobran historias, con secuencias de acción aisladas en el guión.
Pero definir al film como piñas y patadas con diálogos ocasionales es parcialmente injusto. RZA luce en algunas secuencias en el burdel de la madama interpretada por Lucy Liu, particularmente en un plano largo donde vemos “entreteniéndose” a varios hombres del clan Lobo o en el mencionado flashback. Lo que sucede es que la película adquiere una consistencia líquida donde las interminables peleas son el punto de mayor solidez y donde más entretiene, prácticamente como si se tratara de un desvergonzado dibujo animado del cual hay que olvidar varios elementos accesorios que en lugar de ser complementarios son un estorbo. Y de eso se trata. Más allá de su desprolijidad técnica o sus lagunas en el relato, es una película que no aburre. Entre tanto cine que siquiera logra enganchar, esto no deja de ser un mérito.