El rapero que no era Tarantino
RZA es rapero, productor musical y ocasional actor secundario, pero hace algunos años quiso más y se propuso incursionar en la dirección. La confluencia de sus fanatismos por los géneros de artes marciales wuxia y Quentin Tarantino, para quien creó la partitura de Kill Bill Vol. 1, traía aparejada la certeza del contenido y su posterior trabajo formal. Del primero tomaría la ubicación en tiempo y espacio, además de la premisa. Esto es, una historia ambientada en un Oriente decimonónico rebosante de piñas, patadas y espadazos, todo atravesado por la puesta en abismo de valores como la ética, la lealtad y la hidalguía. Del segundo, un tratamiento visual estilizado y deliberadamente artificioso. Seguramente satisfecho por el homenaje de su ocasional colaborador y, por qué no, atento a la potencial viabilidad económica del asunto, el director de Tiempos violentos bendijo El hombre con los puños de hierro permitiendo la utilización de su nombre previo al “presents”. El tema es que la propiedad transitiva irá de maravillas con la matemática, pero no con el cine, y que RZA tenga el respaldo de Tarantino no quiere decir que RZA sea Tarantino.
“Cuando hacés un arma necesitás tres cosas: el metal correcto, 180º de temperatura y alguien a quien matar”, dice en off el herrero de Jungle Village (RZA, también coguionista junto a Eli “Hostel” Roth), enclave central del recorrido de un cargamento de oro. Cargamento que estará protegido por uno de los clanes del lugar, según le asegura el líder al gobernador. Claro que sus hijos y secuaces tienen la inédita idea de quedarse con el botín, por lo que cambian el plan original liquidando al ejecutivo tribal. El hecho genera la alteración de un pueblo invadido por extranjeros. Entre ellos está Jack Knife (Russell Crowe, cada película más rechoncho), un supuesto bandolero británico que parece menos interesado en quedarse con alguna moneda que en usufructuar las bondades del prostíbulo regenteado por Madam Blossom (Lucy Liu). Mientras tanto, el hijo pródigo del asesinado emprende su vuelta ávido de venganza, al tiempo que los malos de turno se equipan con sofisticadas armas creadas por el herrero justo antes de cortarle los brazos. Basta releer el título del film para saber qué colocarán debajo de sus muñones.
Para entender por qué este hecho central de la trama ocurre llegando a los cincuenta minutos es necesario saber que RZA pensó su film como una película de cuatro horas a estrenarse en dos partes. El estudio supo entrever eso de que él no era Tarantino, y mucho menos su ópera prima la nueva Kill Bill, y rechazó su versión, obligándolo a entregar otra de poco más de hora y media. Es cierto que habría que ver el corte original, pero da la sensación de que éste es menos una reducción que una concatenación de retazos, un salpicado de aquél. Así, se trata del apilamiento de personajes sin desarrollo ni motivaciones, generando una versión con más agujeros que certezas. Apenas hay tiempo para varias luchas aceptablemente bien coreografiadas, una buena escena en una habitación espejada y decenas de yugulares rasgadas escupiendo chorreras de sangre.