Kung fu tarantinesco
Si el cartelito del mismo productor de...
(puede cambiarse la palabra por director, actor, sonidista, meritorio o lo que fuera) suele ser un truco publicitario que invariablemente conduce a la decepción, ¿qué queda para el Fulanito presenta...
? Engaño puro. Quizás El hombre con los puños de hierro sea la excepción que confirma la regla. Porque llega apadrinada nada menos que por Quentin Tarantino, y cumple con las expectativas que despierta semejante nombre.
Toda una sorpresa: ¿qué podía esperarse de una película de kung fu dirigida y coprotagonizada por un rapero que hace su debut como director? RZA, el hombre en cuestión, compuso música para Kill Bill (también para Django sin cadenas) y en ese momento se tomó el trabajo de presenciar la filmación y observar al maestro. Después se juntó con Eli Roth, otro compinche de Tarantino -actuó en Bastardos sin gloria y en A prueba de muerte; además, dirigió y escribió Hostel y Hostel 2- y entre los dos le dieron forma de guión a la historia que había escrito RZA. “Tarantino -definió el señor de las siglas- es mi mentor, me enseñó cómo convertime en este cineasta que soy. Y Eli Roth es como un compañero de clase”.
RZA aprendió bien la lección: hizo una disfrutable película de acción y aventuras con toques tarantinescos que homenajea a los viejos filmes de artes marciales. Situada en algún lugar selvático de la China del siglo XIX, cuenta los conflictos que se desatan cuando el Emperador le confía el cuidado de su oro al Clan León. Conflictos que se resuelven a patadas, navajazos, cuchillazos, disparos y hasta abanicazos: acá no falta imaginación para los modos de matar ni para las coreografías de las peleas. Hay algunos desmembramientos y la sangre corre a chorros, pero todo es apto para impresionables: los toques gore son tan exagerados que, antes que nada, dan gracia.
Como actor, RZA es apenas correcto (su herrero tiene mucho del killer de Forest Whitaker en El camino del samurai en la que RZA, amigo de Jim Jarmusch, compuso la música). Los que sí sobresalen son Lucy Liu, una madama que la tiene clarísima, y Byron Mann, el malvado León plateado. Y, sobre todo, Russell Crowe en la piel de un lord inglés libertino y pendenciero: otra sorpresa agradable.