Castas familiares en tensión
Con el sello de Tarantino, la ópera prima de RZA transcurre en China a finales del siglo XIX. En ella se cruzarán distintos personajes, en un divertimento sin muchos matices.
La culpa la tiene Tarantino. Es que en El hombre de los puños de hierro, el responsable de Kill Bill invirtió plata como productor asociado, pero también inculcó más de una idea a la opera prima de RZA, amigo del susodicho y excelente compositor de música para cine. En este caso no hay novia con ansias de venganza, sino una historia que transcurre en China a finales del siglo XIX donde se cruzarán distintos personajes con objetivos comunes: el herrero Thaddeus (el mismo RZA como actor, sin matices en su interpretación), un forastero que parece salido de un spaghetti western (Russell Crowe, en plan aburrido) y un chino al que le asesinaron parte de su clan familiar. En efecto, El hombre de los puños de hierro es una película de clanes y castas familiares en tensión, en pelea permanente, en conflicto de poder. Pero esto no es Kurosawa reconstruyendo King Lear en Ran (1985) sino un film de acrobacias, chinos que vuelan por los aires, torturas, mutilaciones, cuerpos tajeados por objetos contundentes. Sí, la operación estética está calcada de las peleas de Kill Bill, especialmente de los combates de Uma Thurman con cincuenta o cien rivales. Violencia sofisticada y visceral, de matices historietísticos, referencial a Kill Bill pero también a El tigre y el dragón y La casa de las dagas voladoras, por si fuera poco, con la participación de Lucy Liu, en este caso, regenteando un prostíbulo. Un Tarantino auténtico aunque se trate de la ópera prima del rapero y cultor del hip hop RZA.
Pero la película es chata, no tiene ese aspecto lúdico y eficaz de los mejores títulos del inquieto Quentin, ya que por momentos parece estar viendo una larga e interminable pelea entre héroes casuales y clanes voraces en su violencia física. Hay un personaje que representa los alcances estéticos de la película: un gigante de casi dos metros, encarnado por Dave Bautista (con un cuello similar al del músico Henry Rollins), un superguerrero, malísimo en sus decisiones, esquemático o menos que eso, acotado en sus gestos actorales, como un catcher de ficción de 100% Lucha.
Pero está bien que existan películas así, al fin y al cabo, Tarantino es fanático de aquella montaña de celuloide de los '70 representada por templos Shaolin y numerosos Shogun en plan de intercambio cultural. Pero no es tan interesante que El hombre de los puños de hierro proponga una violencia eficaz pero también efímera, un divertimento sin matices inteligentes, una película invadida por esa dudosa palabra llamada "entretenimiento". Ah, la negra Pam Grier hace un pequeño papel en el film. Sí, la protagonista de Jackie Brown, tercer opus de ya se sabe quien. «