Copia No Certificada
¿Por dónde arrancar? Este pastiche es un híbrido mutante de géneros/estéticas, una licuadora donde entra todo, se revuelve y sale en forma de… no se sabe, probablemente ni RZA lo sepa. Es que RZA falla montando un plano atrás de otro, falla dirigiendo a los actores (fallar con los actores en una película que se pretende clase B ya es demasiado), falla con una historia insípida e insulsa, falla emulando referencias y haciendo citas.
El ejemplo más cercano al tipo de proyecto que El Hombre de los Puños de Hierro quiere ser son las películas de Quentin Tarantino y Robert Rodríguez, objetos paródicos a la vez que declaraciones de amor hacia un cine olvidado, hacia géneros bastardos y marginales. La única forma de hacer una buena película de kung fu o blaxploitation o gore, es habiendo consumido y entendido a esos géneros. Es montar una broma sabiendo que uno forma parte de esa misma broma, es decir, no reírse desde afuera. Se nota que RZA ha visto muchas de esas películas (RZA formó parte, durante muchos años, de Wu-Tang Clan, grupo de hip hop que se aventuró a mezclar la cultura gangsta-rap con el imaginario de las películas de kung fu de los setenta) y que su atracción es genuina. También se nota que tiene todo a disposición, que cuenta con los medios, con los contactos, con el presupuesto y, por extraño que parezca, el presente, este momento, donde estos artefactos retromaníacos (Simon Reynolds dixit) están a la orden del día y son bien recibidos. Sin embargo, hay algo que estaría faltando.
La trama dice que Blacksmith (RZA) es un herrero que trabaja en Jungle Village, un lugar salvaje dominado por varios clanes que se disputan el territorio. El gobernador encarga a uno de los líderes de los clanes que traslade una x cantidad de monedas de oro de A a B, pero el mismo es traicionado. Aquí entran en escena otros clanes, emisarios del gobierno (un Russell Crowe desaforado y, lejos, lo mejor de la película), prostíbulos, madamas (Lucy Liu, una sombra de su O-Ren Ishii en Kill Bill), flashbacks que tienen a Pam Grier, a Gordon Liu, más subtramas, más personajes y ya no me acuerdo que más. En algún momento de toda esta ensalada uno va perdiendo la atención y ya deja de importarle lo que está sucediendo en pantalla. Amén de las escenas de acción y de pelea, que deberían tener un lugar de preponderancia, están resueltas pesimamente, con poco ritmo, casi desganadas. Falta imperdonable en las películas de artes marciales. Las peleas están filmadas con planos cortos, con un montaje nervioso, negándole y escatimándole al espectador la posibilidad de disfrutar de, justamente, lo más importante en este tipo de películas. Para colmo, RZA se dio el gusto de contar entre sus actores a Rick Yune, Andrew Lin, Byron Mann, y hasta campeones de artes marciales mixtas como Cung Le y David Bautista, lo que hace más patética a su película, ya que se hace inexplicable que acuda a efectos digitales de muy mala calidad, a cables, a coreografías torpemente diseñadas.
Pero eso no sería nada si detrás de esta paparruchada hubiera un corazón latiendo, algún tipo de sensibilidad. RZA quiere jugar al meta-discurso pop, planteando una historia de clanes enfrentados, con toques de wuxia, chambara, tintes gore y todo filtrado a través del blaxpoitation. Sí, claro, Tarantino ya lo hizo, ¿por qué no iba a poder repetirse? Será porque Tarantino curtió ese cine, sus códigos, que entiende de qué va y tiene ideas claras sobre cómo y dónde plantar una cámara. Claramente, lo de RZA suena a capricho, consiguió que su amigote Tarantino (para quien musicalizó Kill Bill vol. 1 y vol. 2) le dé su apoyo y que Eli Roth le produzca y lo ayude con el guión (lo que, por supuesto, no es garantía de nada, ya que Eli Roth dista mucho de ser un director interesante), pero lo cierto es que no alcanza, no llega, es una vil imitación, un coletazo, un resabio.
En Copie Conforme (Abbas Kiarostami, 2010), el protagonista arriesga una teoría que dice algo así como que en el mundo del arte la copia supera al original, acaso pensando en que la vida imita al arte o viceversa. En el caso de los géneros, Tarantino y Rodríguez ya demostraron que con inteligencia (y amor sobretodas las cosas) una copia de algo ya constituido puede, claramente, ser tanto o mejor que el original. Pero RZA parece no suscribir a la idea que Kiarostami sugiere en su película y opta por el camino inverso, es decir, que toda copia, al ser consciente de su naturaleza de imitación o reproducción de un original, no puede alcanzar un estado de plenitud ya que es, y solo será, una imagen especular.
Por supuesto que RZA no debe ni conocer el cine de Abbas Kiarostami, pero este concepto venía a mi cabeza una y otra vez al ver El Hombre de los Puños de Hierro: que sin proponérselo RZA no pudo hacer una película disfrutable porque sabía que estaba haciendo una imitación. Tarantino (y tantos directores más) no sufren de esta culpa, al contrario, sino que la transforman en una virtud y en pie de apoyo para su obra. Por lo tanto, podemos concluir que donde unos ven el vaso medio lleno, otros se ahogan.