Los errores del pasado no pueden resolverse, ni en el presente ni en el futuro, pero tal vez puedan apaciguarse los efectos que han causado en otros.
Eso se desprende de El hombre del futuro, la opera prima del chileno Felipe Ríos, que se rodó en coproducción con la Argentina: allí aparece, por ejemplo, María Alché (La niña santa, Familia sumergida) subiendo a un camión, haciendo dedo en una ruta del país trasandino.
Porque la película trata sobre viajes, quizá cíclicos, como el que realiza el protagonista. Michelsen (José Soza) es un hombre mayor, al que lo jubilan de prepo como conductor de un camión. Y en el que sería su último viaje de carga, espera reencontrarse con su hija, Elena (Antonia Giesen), a la que no ve desde hace quince años.
El lirismo del filme no choca ni tropieza con que haya dos viajes en paralelo y distintos personajes, camionero y acompañante a dedo. El desarraigo y la soledad, y hasta la limitación en expresar sentimientos de algunos personajes van en sintonía con el planteo del realizador. El filme tiene algo del tono de Las acacias, de Pablo Giorgelli, pero donde el director de Invisible elige los silencios, Ríos opta por la aclaración.