Michelsen (José Soza) prepara la cabina de su camión para su próximo viaje rumbo al sur de Chile. Dos cosas se descubren en la escena inicial de El hombre del futuro: un actor de un carisma y fotogenia indiscutibles y un talento del director para la puesta en escena. La ópera prima de Felipe Ríos tiene perfil bajo y no busca lucimientos, pero se acerca a los personajes con precisión y una mirada que genera automática empatía.
Será el último viaje de Michelsen y en su mirada se ve la angustia y el vacío, aunque no es exclusivamente por ese último viaje. En el mismo derrotero pero del otro lado de la vida está su hija Elena (Antonia Giesen, también impecable) quien debe viajar al sur para una pelea de boxeo en su incipiente carrera deportiva.
Una road movie con sus personajes separados, dos caminos que deberán cruzarse por las rutas del sur chileno. El tono adecuado para mostrar las emociones de personajes que no son particularmente emotivos. Varios aciertos juntos para una sola película que con simpleza y sin vueltas expresa con claridad y madurez todo lo que desea.